Diario de León
Publicado por
josé javier esparza
León

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El invento del maligno

Resulta que a don Emilio le daban el premio del Festival Internacional de Teatro de Cazorla y, aprovechando que por allí pasa el Cerezuelo, dijo en rueda de prensa que Vázquez, «ese personaje mal llamado de los medios del corazón que más parece de las vísceras», «deshonró» los premios Ondas y que «a todo el mundo no se le puede dar un premio así». Aunque esto que ha dicho don Emilio es lo que piensa la inmensa mayoría de la gente, sus declaraciones han sido unánimemente calificadas como «polémicas».

¿Polémicas? Es asombroso. Esto es como si a usted le meten en el salón a un sujeto que le rompe la cristalería, usted protesta y la concurrencia, lejos de reprobar al bárbaro, le culpa a usted por protestar.

Así termina usted con el salón arrasado, la cristalería hecha añicos y, para más inri, una incómoda fama de persona conflictiva, porque, hombre, a quién se le ocurre quejarse por una cosa tan graciosa. Ya lo decía Gila: si no saben aguantar una broma, que se vayan del pueblo. Lo que está pasando hoy en nuestra tele -”y, más extensamente, en el ambientillo nacional-” es precisamente eso: un destierro generalizado del sentido común y un aplauso inmoderado al que rompe la cristalería.

Y si no sabemos aguantar una broma, nos echan del pueblo, aunque la broma se salde con millones de cerebros calcinados.

La televisión forma parte del proceso. Más aún: el tipo de televisión que llevamos haciendo en España en los últimos 15 años amadrina y promueve este proceso de desquiciamiento generalizado. ¿Por qué? Es fácil de entender. Si usted limita las actividades de su salón a una flemática partida de mus, pasará inevitablemente desapercibido; pero si usted mete en la habitación al tipo que rompe cristalerías, todo el mundo se parará a mirar qué pasa.

Y como este género de tele vive de cuánta gente se pare a mirar, los mercaderes del share harán lo posible por no dejar cristalería viva. Terminarán echándonos del pueblo.

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