Faltó más instinto
El Ademar no fue capaz de sentenciar al Anaitasuna cuando le ganaba de seis y lo paga con una derrota en el último segundo.
Un gol de Ibai Meoki sobre el último segundo certificaba una inesperada derrota (27-26) para el Ademar. Los de Dani Gordo vencían por seis goles en el intermedio, un cómodo 8-14, y parecían tener el encuentro muy bien encarado, pero una segunda parte para olvidar, con la ‘catedral’ del balonmano navarro empujando en un ambiente de caldera, acabó por sellar la remontada de los locales. Un partido de los que dejan huella porque el equipo se vio superado con un desenlace y un marcador de los que hacen mucho daño, con una doble exclusión en el minuto final que acabó de llevar las lágrimas a la joven plantilla ademarista, superada en el suspiro final.
Los treinta primeros minutos de Ademar en el viejo pabellón Anaitasuna quedan para enmarcar. En el siempre ambientado fuedo pamplonica, los jóvenes leoneses rayaron a gran altura en defensa y en ataque, cerrando los huecos a los jugadores de Etxaburu con un 6-0 casi perfecto, y logrando rápidas salidas que pronto le dieron ventaja en el marcador.
Los locales tardaron casi siete minutos en marcar su primer gol, una señal del fenomenal trabajo defensivo y de portería de los leoneses, de nuevo con un Asanin implacable bajo los palos. Carrillo y Víctor Alonso eran dos estiletes en las acciones de velocidad, y aunque los locales reaccionaron de la mano de Ricard Reig para ubicar un 6-7 a doce minutos del descanso. Pero dos jugadas sobre el acierto en seis metros de Gonzalo Carou y dos acciones de un Víctor Alonso que veía la portería del Anaitasuna como si fuera de fútbol facilitaron un parcial de 0-4 que disparaba las ventajas para la escuadra leonesa.
Los últimos cinco minutos del primer periodo no registraron ningún gol, en medio de un recital de paradas de los dos cancerberos y también de muchos errores. Al descanso, las buenas sensaciones se traducían en apenas esos ocho goles recibidos y la sensación de que el equipo podía romper el encuentro en cuanto enlazara dos o tres jugadas veloces de ataque consecutivas.
Pero un parcial de 4-1 para los pamplonicas en los primeros compases del segundo acto ya hacía presagiar lo que podía suceder más adelante. Tras un gol inicial de Castro para una máxima de siete dianas de diferencia, la defensa de Aitor Etxaburu cambió el esquema, salió más audaz y cortó varios balones importantes.
El encuentro se había puesto en 12-15, pero Alonso seguía dispuesto a dar ventajas a los suyos, bien secundado por Piñeiro para ampliar una ventaja a de cinco dianas que mantendría García Vega ubicando después el 15-20 tras un latigazo de nueve metros.
Pero ahí llegó otra reacción de los locales, un nuevo parcial de 4-0 que puso el 18-20 y el pabellón rugía. Poco se sacó en claro y pasado el ecuador del segundo periodo, dos dianas consecutivas de Borragán ponían ese 19-20 de infarto.
Pero Asanin frenaba a Goñi y de nuevo un pequeño estirón de Ademar le daba tres dianas de diferencia. Bernatonis recortaba por la vía rápida y entonces el protagonismo pasaba a la otra portería, donde Santana comenzaba a sacar balones imposibles que empujaban a los pamplonicas.
Ricard Reig empataba a 23 goles y Víctor Alonso era excluido en la siguiente acción. Un decorado amargo, y más cuando los locales le daban la vuelta a la tortilla aprovechando esa superioridad, diana de Xabi Etxebarria. A tres minutos del final, un penalty comentido por Bernatonis lo convertía con sangre fría Alonso en un tanto del empate a 25 que sería el canto del cisne para los de León.
Bernatonis y Carrillo volvían a poner la cuestión al rojo vivo con un 26-26, y tiempo muerto del banquillo del Anaitasuna. Los colegiados, en la siguiente jugada de ataque local, se vieron quizá influidos por el ambientazo y la presión de la caldera que es la catedral, excluyendo en un lapso de apenas quince segundos a Castro y a Gonzalo Carou. El ataque local, con los cuatro jugadores de cancha de Ademar defendiendo como fieras, lo culminaba Meoki casi sobre la bocina con el 27-26 final. Épico para los locales, triste para Ademar.