Diario de León

FÚTBOL. MUNDIAL DE CLUBES

Cristiano da el Mundial al Madrid

Un hat trick del luso y una exhibición de Benzema frustran el buen trabajo del equipo japonés, que aguantó hasta la prórroga

Cristiano celebra el gol de penalti que llevó al Madrid hasta la prórroga. YUYA SHINO

Cristiano celebra el gol de penalti que llevó al Madrid hasta la prórroga. YUYA SHINO

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ignacio tylko | madrid

Era inimaginable que el Real Madrid lograse una victoria en el alambre y en la prórroga (4-2) ante el modestísimo, pero heroico, Kashima Antlers japonés. Nada edificante que el árbitro zambiano fuera a sacarle una amarilla a Sergio Ramos y, seguramente, se la perdonase por ser la segunda. Y habitual que Cristiano Ronaldo comenzase con florituras y acabase ejerciendo de Balón de Oro y cerrase un año mágico en lo personal con un triplete decisivo en Yokohama, el primero de la historia en este torneo.

Con demasiado sufrimiento, un desgaste enorme y unas graves concesiones en defensa, el equipo blanco logró su segundo Mundialito en tres años. En el futuro se recordará este partido sólo por el título del Real Madrid y la exhibición goleadora de Cristiano, pero en el presente no conviene olvidar el grandioso mérito del Kashima, que llegó a ir con ventaja, alguna intervención decisiva de Keylor Navas, el error de la Fifa al designar a un árbitro de un país sin historia futbolera y la sobresaliente actuación de Karim Benzema. Al Madrid le engrandece su capacidad para vencer al límite, esa inmensa fe de la que habló Sergio Ramos en la previa y que pocos elegidos poseen, pero también le caracteriza una preocupante tendencia a relajarse y tratar de vivir de las rentas, aplicando la ley del mínimo esfuerzo, cuando se adelanta pronto en el marcador. Se preparó para un ejercicio de paciencia frente a un equipo bien ordenado en el que todos corren y son disciplinados. Pero marcó pronto y se distrajo, como si el cambio de guión desorientase a sus estrellas.

Comenzó encendido el equipo de Zidane en el inédito duelo, ya que jamás un equipo asiático se coló en una final del Mundial de Clubes y el Kashima ya había obrado un milagro al apear al Auckland de Nueva Zelanda, aunque estuvo a tres minutos del fracaso, el Sundowns sudafricano y, sobre todo, el Atlético Nacional de Medellín. A base de buen toque, de movilidad y de certeros pases de Luka Modric y Toni Kroos para romper líneas de presión, los de Zidane superaban con suma facilidad a los soldados de Masatada Ishii, un veterano técnico convencido de que el fútbol japonés se acerca cada vez más al europeo.

Llegó enseguida el gol de Benzema, quien ya marcó el tanto que descerrajó en semifinales al América de México. Fue una acción que mostró la debilidad nipona y el oportunismo del francés. Centró Lucas, rechazó mal la zaga, lanzó Modric y el portero Sogahata evidenció por qué sus críticos le consideran más un portero de balonmano que de fútbol. Fue incapaz de atrapar el balón y Karim marcó a puerta vacía. Es un mal endémico en Japón, China, la gran Europa y hasta en Zambia, el país del árbitro de la contienda, que precisamente quien levanta la mano rompe la posición antirreglamentaria.

Con el viento a favor, el Madrid cometió, entre otros, dos errores graves: careció de la ambición necesaria para cerrar la victoria con otro gol y sufrió enormes desajustes en el centro del campo, seguramente porque Casemiro aún no está en plenitud, y en defensa. Dejó crecer a los puntillosos y metódicos japoneses, a quienes adorna la virtud de no cambiar su estilo en función de las circunstancias. Se acercaban al área los representantes de este equipo, pero como parecían incapaces de disparar con peligro y de terminar las jugadas, los blancos se sentían felices.

Curiosamente el que más contragolpeaba era el Real Madrid. Dispuso de metros y espacios para que sus estrellas corrieran, pero Cristiano se perdía entonces en intentos fallidos de bicicletas. Moría el primer acto cuando llegó el inesperado empate. Shibasaki se aprovechó de la falta de contundencia de Varane para cruzarla con la zurda. Un aviso para que el Madrid espabilara.

La final adquirió una emoción inusitada cuando, a los siete minutos del segundo acto, Ramos se equivocó en un despeje y de nuevo Shibasaki encontró todas las facilidades para armar un gran disparo, esta vez desde fuera del área, y sorprender a Keylor. Empezaba otro choque, el de esas remontadas inoculadas en el madridismo. Pronto, Cristiano transformó un penalti tan claro como ingenuo. Llegó tras la conexión entre Benzema y Lucas, lo mejor del Madrid, junto a los pases de Kroos y Modric y, cómo no, los goles de Cristiano.

A partir de ahí, una locura. Lucimiento del portero nipón, siempre con rechaces. Entró Isco por un agotado Lucas, a nueve del final. Ya jugaban los blancos con Casemiro, Ramos y Varane atrás, y los dos laterales casi como extremos. En un ida y vuelta frenético, Keylor evitó el ridículo blanco. Y al árbitro zambiano le entró pánico. En la prórroga, una enorme asistencia de Benzema a Cristiano le dio la vida al Madrid. Y poco después el astro de Madeira selló el éxito blanco en una final tremenda.

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