Diario de León

Los alpinistas oyen voces

La psicosis de las alturas no tiene unas causas claras, pero puede inducir a comportamientos mortales, según un estudio

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MICHELE CATANZARO
León

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Para el alpinista Iztok Tomazin, la bajada de macizo del Daulagiri en el Himalaya, en diciembre de 1987, se convirtió en un viaje alucinante. Tras alcanzar la cima de más 8000 metros, ya exhaustos y enfermos, Tomazin y un compañero empezaron a descender. En a oscuridad, se separaron sin darse cuenta.

 

Pero Tomazin no estaba del todo solo. "Tenía la clara sensación que había gente bajando conmigo, unos guías de montaña", explica en un relato escrito de su experiencia. "Estaba exhausto, deshidratado y con hipotermia […] de pronto los guías empezaron a darme dulces y enérgicos consejos: "salta por la cara este, y en pocos segundos estarás en una superficie segura y horizontal, 2000 metros por debajo: esto solucionará tus problemas".

 

Tomazin estuvo a punto de hacerle caso. Se lanzó sobre una repisa que estaba 2 metros por debajo y el dolor del impacto despertó su lucidez. Recordó que una caída de 2000 metros hubiera sido sinónimo de muerte.

 

Al llegar al vivac, su compañero le relató que él también había bajado "acompañado". En su caso, un compañero alpinista (que en realidad se había descolgado de la misión día antes) le había susurrado dulcemente que se tumbara y durmiera. Con 40 grados bajo cero, esa siesta le habría costado la vida.

83 narraciones

 

Esta escalofriante historia forma parte de las 83 narraciones recopiladas en un artículo publicado recientemente en la revista Psychological Medicine. El trabajo es el primer estudio comparativo con muchos casos del fenómeno de la psicosis de las alturas. "Se trata de alucinaciones ópticas, acústicas u olfactivas que afectan a algunos alpinistas por encima de los 7000 metros", explica Herman Brugger, experto en medicina de montaña del centro Eurac (Italia) y coautor del trabajo.

 

"Por ejemplo, tienen la sensación de estar en su casa, o de ver edificios a su alrededor. Pero la más común en el síndrome del tercer hombre: se sienten acompañados, o perseguidos por uno o más personas", explica Brugger.   

 

Este investigador es también alpinista. Aunque no haya sufrido nunca el fenómeno, conoce muchos casos, porque fue presidente de la Asociación Internacional de Medicina de Montaña. "Alpinistas famosos como Messner, Mondinelli o Kammerlander han relatado experiencias de este tipo y yo sé que son personas del todo normales, no son psicóticos", comenta.

 

Por esto, Brugger unió esfuerzos con Katharina Hüfner, neuóloga y profesora de psiquiatría en la Universidad Médica de Innsbruck (Austria), para intentar hacer un poco de claridad sobre el fenómeno. Los dos introdujeron un conjunto de palabras clave en el buscador de Amazon y rescataron relatos de alpinistas afectados contenido en decenas de libros publicados.

"Alpinistas como Messner, Mondinelli o Kammerlander han relatado experiencias de este tipo", comenta el autor del estudio

 

Las narraciones no son siempre aterradoras, como la de Tomazin. Los alpinistas catalanes Jordi Magriña y Oscar Cadiach tuvieron una fenómeno psicótico del todo agradable mientras se hallaban por encima de los 8000 metros, escalando la pared del Rupal – la más larga del mundo - en el Nanga Parbat en 1984.

 

Su historia no forma parte del estudio, pero encaja con el fenómeno. "La nieve era fundida y había riesgo de alud. Íbamos separados", recuerda Magriñà. "Al mediodía estaba muy cansado. Sentí una voz que me decía: "Va, Jordi, que ya llegas". Me giraba y no veía nadie. Pero esa voz y esa sensación de protección me acompañó durante un buen rato, hasta que no vi a mi compañero", relata. A la vez, también Cadiach sintió una presencia. En su caso, se trataba del médico de la expedición, que sin embargo se había quedado en el vivac, a cientos de metros por debajo.   

Brotes aislados

 

Lo más llamativo de estas historias es que las alucinaciones se presentan sin síntomas previos y desaparecen sin dejar consecuencias. Brugger y Hüfner han pasado los relatos recopilados por los filtros del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales y de los Criterios Lake Louise de las enfermedades de alta montaña.

 

Empleando estos instrumentos de referencia, han interpretado 41 de los relatos como brotes psicóticos ciertos. Pero lo más desconcertante es que más de la mitad de estos (23) son del todo aislados.

 

"Hasta ahora se pensaba que la psicosis de las alturas estaba asociada con el edema cerebral de gran altitud, o en menor medida con el edema pulmonar o la enfermedad aguda de gran altitud", explica Brugger. Pero en la mayoría de los casos las narraciones no relatan ningún síntoma de esta enfermedad. Tras volver a casa, Magriña y Cadiach pasaron una serie de pruebas, y ninguna detectó algo raro.

"El papel de la hipoxia no está claro. Hay casos de alucinación entre los que toman oxígeno", según el experto

Si el fenómeno puede surgir sin lesiones o enfermedades previas, debe haber unas causas más sutiles. "Solo tenemos hipótesis. Los experimentos con animales o empleando cámaras de presión sugieren que la hipoxia [falta de oxígeno] puede afectar a los neurotransmisores", apunta Hüfner.

No obstante, el papel de la hipoxia no está claro. "No detectamos diferencias entre los alpinistas que tomaban oxígeno y los que no. Hay casos de alucinaciones también entre los que lo toman", observa Brugger.

"Los trastornos de conducta en alta montaña se conocen desde hace mucho tiempo: todos los veteranos, médicos o no, hemos vivido algunos episodio", comenta Antoni Ricart de Mesones, jefe de servicio de medicina intensiva del Hospital Universitari de Bellvitge, experto en medicina de montaña.

Mesones apunta a que al estudio, al basarse en relatos, se le podrían haber escapado algunas causas.  "Por ejemplo, hay comportamientos anómalos en pacientes diabéticos con hipoglicemia. Si eso pasa a nivel del mar, ¿por qué no en altitud? Aún más en condiciones de ingesta insuficiente", observa.

En un artículo publicado en su blog, Ricart apunta a un asunto escabroso. En un estudio, se detectó que más de la mitad de los que intentan subirse al Everest toman fármacos. Algunos incluso podrían tomar cocaína, anfetaminas u otros estimulantes, cosa que muy pocos reconocen públicamente.

Brugger observa que hay alpinistas famosos que declaran expresamente que no toman drogas, que sin embargo han tenido brotes. "Con la masa y la coherencia de las descripciones que tenemos, podemos estar seguros que estos eventos existen y que no tienen un nexo orgánico claro", zanja.

Problema de seguridad

Más allá de la curiosidad, el trabajo pretende incrementar la seguridad de los escaladores. "Hay alucinaciones que inducen a tomar una vía insegura. Sólo tenemos los relatos de quienes han sobrevivido. Entre los que perdieron la vida podría haber un número indeterminado de casos debidos a este fenómeno", comenta Brugger.

El austríaco Robert Schauer sintió la presencia de un 'tercer hombre' mientras escalaba el Gasherbrum IV. "Quería empujarme al vacío", dijo

En 1985, el escalador austríaco Robert Schauer sintió la presencia de un tercer hombre mientras escalaba la cara occidental del Gasherbrum IV: el famoso "muro brillante", así llamado por la centelleante franja de mármol que lo atraviesa. Schauer percibió en diversos momentos que esa persona estaba intentando "empujarme en el vacío", explica.

La gesta del escalador ocurrió en medio de alucinaciones continuas. Durante la bajada se sintió arropado por amigos, creyó de estar en un supermercado, e incluso sintió en su boca el sabor "la mejor salchicha que nunca haya comido", recuerda.

La cuestión no afecta solo a los escaladores más atrevidos. "Aunque menos común, la psicosis puede aparecer a alturas más bajas. Además, hay cada vez más personas que se apuntan a subir a la alta montaña. Deberían ser capaces de detectar los síntomas en ellos mismos y en sus compañeros, para no tomar decisiones equivocadas", explica Hüfner.

Los dos investigadores preparan ahora un experimento más preciso. Esta primavera, se instalarán en un campo base en el Everest y seguirán con pruebas y cuestionarios a decenas de alpinistas. Así pretenden estrechar el cerco al fenómeno y echar algo de luz sobre las causas de la huidiza psicosis de las alturas.

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