Diario de León

Esquí adaptado ■ Reportaje de la semana

La parálisis no frena a Raquel

La leonesa Raquel Martínez, que nació con parálisis cerebral, ha entrenado toda la temporada en Baqueira, donde pule su técnica para acercarse a los Juegos de Pekín 2022. Está en la órbita del equipo nacional y forma parte del Programa de Detección y Seguimiento de la federación española. «He conseguido hacer cosas que jamás pensé que podría hacer, en el esquí y en mi vida diaria. No me veo límites», subraya.

La preparación física bajo la tutela de Ricardo Alcaide le ha permitido controlar su propio cuerpo. Raquel se ve capaz de todo y volverá la próxima temporada a Baqueira para trabajar con el equipo nacional. Empezó a esquiar a los cinco años y en 2015 deci

La preparación física bajo la tutela de Ricardo Alcaide le ha permitido controlar su propio cuerpo. Raquel se ve capaz de todo y volverá la próxima temporada a Baqueira para trabajar con el equipo nacional. Empezó a esquiar a los cinco años y en 2015 deci

León

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«El camino será largo y duro, pero te prometo que merecerá la pena luchar por llegar a tu meta». Así encabeza su perfil en una red social la esquiadora leonesa Raquel Martínez Muñiz, que nació hace 26 años con una parálisis cerebral que le afecta a los brazos y a las piernas.

No ha tenido una vida fácil, pero desde bien pequeña se acostumbró a derribar todas las barreras que encontraba en el camino. Tuvo que pasar dos veces por un quirófano para corregir una luxación congénita de cadera y hasta no hace mucho le costaba, incluso, cortar con un cuchillo, y sin ayuda, un simple filete.

El trastorno que sufre condiciona sus movimientos, aunque el inconformismo que profesa le ha permitido superar los límites de la parálisis.

Con apenas cinco años se subió por primera vez a unos esquíes y desde entonces ha deslizado su historia de superación por prácticamente todas las estaciones del país. En 2015 decidió dedicarse al deporte a tiempo completo, cuando terminó ingeniería informática en la Universidad. Iba prácticamente todos los días a San Isidro, donde entrenaba durante cuatro horas. Por la tarde acudía al Centro de Alto Rendimiento para trabajar los aspectos físicos a las órdenes del preparador Ricardo Alcaide, al quien estará «eternamente agradecida».

Bajo su tutela, y con mucho esfuerzo, ha podido controlar su propio cuerpo. Y esa mejora también ha fortalecido su mente. «Ahora soy más fuerte psicológicamente. He conseguido hacer cosas que jamás pensé que podría hacer, no solo en lo que se refiere al esquí, sino también en mi vida diaria. No me veo límites», apunta Raquel, que a finales del año pasado participó en Holanda en su primera competición oficial fuera de España. Allí obtuvo la calificación médica que le permitirá la próxima campaña competir a nivel internacional, paso previo a esos Juegos Paralímpicos de Invierno que aparecen en un horizonte de cuatro años.

Tras esa experiencia en los Países Bajos regresó a casa para seguir con la preparación en San Isidro, pero tuvo un problema con su entrenador y decidió prescindir de él. Buscó a un monitor cualificado pero los precios que proponían estaban muy lejos de lo que podía pagar. «Fueron semanas de mucha incertidumbre», recuerda. «Hasta que hablé con mi Federación(FEDPC) y con el CDIA(Centro de Deportes de Invierno Adaptado), que me dieron la opción de venirme al Valle de Arán», explica Raquel Martínez, quien reconoce que «de entrada no fue una decisión sencilla».

Nunca había estado tanto tiempo sola y sentía cierto miedo ante lo desconocido. «Me tenía que ir a 800 kilómetros de casa, sin mi familia, con lo que conllevaba para mí ser totalmente independiente. Lógicamente algo de miedo sí que me daba pero las ganas que tenía de entrenar podían con todo», explica esta esquiadora leonesa, que cuando echa la vista atrás asegura que ésta «ha sido la mejor decisión que he tomado desde que comenzó mi carrera».

Cambió la montaña leonesa por Baqueira Beret. Y su casa por un albergue. Allí vivía tres semanas al mes —una la pasaba en León—. Pulía la técnica por las mañanas y, de nuevo, aprovechaba las tardes para ejercitar el físico. Seis días a la semana. «Me levantaba a las seis y media de la mañana, desayunaba y subía a las pistas, hasta la una», aclara Raquel, que ha cambiado completamente su estilo. «Antes era mucho más conservadora», matiza. Todo ese sacrificio le ha permitido ser más rápida tanto en eslalon como en gigante, las dos disciplinas que practica. Es más agresiva cuando atraviesa las puertas y ha aumentado su confianza, aunque asume que lo que más le cuesta es el reconocimiento previo de la pista para evitar los errores.

Está en la órbita del equipo nacional y forma parte del Programa de Detección y Seguimiento de la federación española. Ha sido campeona de España y sueña con estar en Pekín 2022. «Pero para llegar allí tengo que obtener resultados a nivel europeo», apunta.

De momento volverá al Centro de Alto Rendimiento hasta el mes de diciembre, cuando regresará al Valle de Arán. Desde allí acudirá a todas las pruebas internacionales que aparezcan en el calendario. «Focalizaré los entrenamientos para cada una de las carreras, en función de las características de la pista», subraya Raquel, que tan sólo recibe una beca de la Junta de 3.000 euros. Recibe también apoyo privado. La patrocinan la Clínica Fierro, el restaurante Casa Estrella, Confecciones Mayton, S.I. Santa Mónica y Tobaventura.

Pero necesita «más respaldo» para llegar a esos Juegos de Invierno. Ella pondrá todo de su parte. Su constancia es como el acero. Un ejemplo de superación. «Sin la ayuda incondicional de mis padres jamás lo hubiera conseguido», agradece.

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