Zidane, de aprendiz a leyenda

Zinenide Zidane se convirtió en el primer técnico que conquista tres ediciones consecutivas de la Liga de Campeones, en una evolución asombrosa como entrenador, llegando como 'aprendiz' de Carlo Ancelotti antes de una etapa gloriosa que le consagra, con un último año en el que dio un paso al frente.

Zidane es más que un gran gestor de vestuario, un especialista en la gestión de egos y el manejo de grandes estrellas, como hace años era él cuando asombraba con sus controles imposibles sobre el césped y sus jugadas para el recuerdo.

Llegó al banquillo del Real Madrid en el polo apuesto como apuesta a lo que representaba Rafa Benítez. Menos pizarra y más afinidad con el futbolista. En la historia del club siempre funcionaron mejor aquellos técnicos que trabajan sin el látigo y están cercanos a sus jugadores. Fue la primera clave para hacer recuperar la felicidad a un grupo de estrellas que iban camino de tocar fondo con Benítez. Zidane no ocultaba sus carencias en lo táctico, su continuo aprendizaje, y lo hacía con una sonrisa en cada declaración con la que conquistaba el mundo del fútbol.

Normalmente en la vida se aprende con tropezones, él lo hizo con éxitos. Llegó la primera Liga de Campeones, el nacimiento de una leyenda que pone un punto y a parte convirtiéndose en tan solo dos años y medio, en el segundo técnico más laureado de la historia del Real Madrid.

Desde entonces dejó ver su mano de entrenador en una continua mejoría en lo táctico. Instaló el 'método Zidane' en la primera campaña que comenzó desde pretemporada. Nunca hasta el francés un entrenador tuvo tan metidos a todos los jugadores de una plantilla. Repartió roles entre la primera y una segunda unidad que supo hacer funcionar dando responsabilidades en partidos en los que se ponía la Liga en juego. Fue la conquista más preciada por Zizou, por encima de una Copa de Europa de la que ha sido el rey.

Sirvió para la gestión de minutos de estrellas a las que les gusta jugar siempre, como Cristiano Ronaldo. Solo Zidane pudo convencer al astro portugués de que para acabar la temporada como un tiro, debía de quedarse en casa viendo más de un partido a domicilio del Real Madrid. Lo dosificó el pasado curso y consiguió la cara más letal de su líder. A su vez, conseguía hacer sentir partícipe de los éxitos a toda su plantilla. El resultado: un doblete 59 años después.

Nunca se quiso atar Zinedine al banquillo madridista. Siempre dejó mensajes a descifrar sobre su futuro, consciente de lo que cambia el panorama en un club como el Real Madrid por dos malos resultados consecutivos. El club por encima de todo y el final de temporada como el momento adecuado para decidir. Así hizo cada campaña para seguir y ahora para marcharse, después de mostrar desde febrero su deseo de continuar.

Era el discurso que transmitía para mantener la tranquilidad y que sus jugadores, con Liga y Copa perdidas, sacasen lo mejor de ellos para conquistar la tercera 'Champions' consecutiva. Pero la falta de hambre para tirar la Liga antes del parón navideño, la imagen dejada en partidos como el de Leganés en Copa del Rey en el Santiago Bernabéu, y los gestos de fin de ciclo de algún jugador estelar, instalaron en Zidane la decisión de marcharse.

Su evolución como técnico seguía y la concluyó dejando grandes conquistas en París, Turín y Múnich, venciendo a PSG, Juventus y Bayern con planteamientos brillantes, sabiendo explotar las virtudes de su equipo y modificando el plan durante el partido. Como hizo en la final de Kiev con el cambio de rumbo con la entrada de Gareth Bale.

Había pasado de 'aprendiz' a leyenda, con decisiones difíciles de tomar como quitar el cartel de intocable a la BBC, convertir en suplente habitual a Bale y premiar a jugadores que cambiaron el rumbo de la temporada como Marco Asensio y Lucas Vázquez. De la misma manera que cerró su etapa de jugador en el Real Madrid, renunciando a un año más de contrato, dice "hasta pronto" como entrenador.