Diario de León

España ha perdido un partido competitivo ante los verdes, y fue de un autogol

La Irlanda a la que nos gusta ganar

Si el destino tiene algún sentido, la selección de Camacho tendría que evitar los goles en propia puerta en su partido del domingo contra Irlanda. Porque los muchachos

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Inigo Gurrichaga - SEÚL.
León

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El renacimiento del fútbol irlandés se produjo de la mano de Jack Charlton y el final de su era quedó sentenciado por la selección española de Javier Clemente. España necesitaba ganar aquel partido de 1993, fase clasificatoria del Mundial de 1994, porque había empatado en casa. La Irlanda de Charlton seguía varias máximas. El balón hay que sacarlo de la defensa lo más rápido posible. El balón se lanza a la banda, porque no hay nada que fastidie más a un defensa que correr hacia el córner. El balón se cruza al área donde entramos con fuerza o esperamos el rechace. La selección de Charlton se convirtió con aquel espíritu primario, practicado por futbolistas entre los que había mucha calidad y enorme poder físico, en un matagigantes. Hasta que un día de noviembre de 1993, Landsdowne Road conoció el silencio y la estupefacción. La leyenda dice que Javier Clemente discutió sobre el juego de Irlanda con su entonces amigo John Toshack. Y que ambos diseñaron en el campo de golf de Zarauz la treta del doble lateral. Si cerrabas la avenida irlandesa para el pelotazo al palo de córner, se quedaban asfixiados y sin armas. Ritmo de pub Pero eso basta, si acaso, para un empate. Pero además, en aquella primera parte clínica del frío Dublín, el equipo de Clemente salió al contraataque con celeridad y precisión y tres goles, dos de Julio Salinas, otro de Martín Vázquez. mostraron la fragilidad del delirio de Charlton. Los irlandeses del fútbol saben que la historia está en su contra, pero argumentan que la Irlanda de hoy poco tiene que ver con la de Charlton. Es cierto. Para empezar, la delantera irlandesa es pequeñita- con la excepción de Quinn, que sólo sale en situaciones desesperadas- y no le bastan los centros. Pero la Irlanda de Mick McCarthy sólo tiene, como la de Charlton, un ritmo, el del ''fiddle'', el violín irlandés, a la hora del baile. Contra Camerún o Alemania, Irlanda brilló cuando perdía y tuvo que arrollar y arriesgar. Cuando ganaba a Arabia Saudí, no supo retener el balón y acabó acorralada. Camacho no puede ya confiar en el libro de recetas de Clemente sino en la máxima que ha repetido últimamente: lo nuestro -y más contra Irlanda- es tener el balón. No tenerlo y correr continuamente hacia su propia portería; eso sí que es lo peor, Míster Charlton, que le puede pasar a un defensa.

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