Diario de León
Marco Asensio y Hazard se retiran del campo alemán con la decepción de la derrota. MARTIN DIVISEK

Marco Asensio y Hazard se retiran del campo alemán con la decepción de la derrota. MARTIN DIVISEK

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El Real Madrid demostró en Alemania que no es invencible. Dieciocho minutos eléctricos del Leipzig acabaron con la hasta ahora prácticamente impecable hoja de servicios del equipo de Carlo Ancelotti y obligarán a los blancos a jugarse el primer puesto en la última jornada de la fase de grupos de la Champions (3-2). El vigente campeón de Europa deberá superar el próximo miércoles al Celtic en el Santiago Bernabéu para ser cabeza de serie en el sorteo de octavos sin depender de lo que hagan a domicilio frente al Shakhtar los Toros Rojos, a los que Marco Rose ha vuelto a convertir en verdaderos miuras.

Los goles de Gvardiol y Nkunku, fruto de una salida en estampida del cuadro sajón, fueron una losa demasiado pesada para un Real Madrid que, sin tres figuras troncales dentro de su engranaje como son Modric, Valverde y Benzema, entró de forma desangelada al envite. Los visitantes reaccionaron con un gol de Vinicius al borde del interludio y achucharon en la segunda parte, pero la diana de Rodrygo en el descuento desde el punto de penalti tras un derribo claro del paulista por parte de Nkunku solo sirvió ya para maquillar un marcador que había agrandado Werner y dejó a la soldadesca de Ancelotti sin ese punto que reclamaba el transalpino a fin de olvidarse de una fase de grupos en la que tendrán que remar hasta el final como consecuencia de un tropiezo permisible, pero que sirve como aviso.

Todo ello a resultas de una faena en la que los Toros Rojos saltaron al coso con las astas tremendamente afiladas. Mejoró con el movimiento de piezas el rey de Europa, que pudo recortar diferencias con una contra fulgurante culminada por Rodrygo con un buen disparo que repelió Blaswich y con un ataque estático resuelto otra vez sin herida por el sustituto del húngaro Gulacsi tras un remate venenoso de Vinicius. El arquero germano, casi siempre un actor secundario desde sus tiempos como canterano del Borussia Mönchengladbach, parecía un coloso, hasta que un Vinicius cazó con la testa un centro de Asensio y lo superó con un remate ajustado cuando el duelo enfilaba el descanso. El Real Madrid esperaba que ese gol psicológico cambiase las tornas y regresó de vestuarios con otro trazo, pero se topó con un Leipzig de granito. La escuadra germana, prieta y ordenada, erigió un muro en torno a su área y amenazó con sentenciar a la contra. Un disparo cruzado de Timo Werner que se marchó fuera por milímetros advirtió a la tropa de Ancelotti del riesgo que aparejaba buscar el empate a pecho descubierto.

El técnico italiano elevó la apuesta sacando del ostracismo a Hazard, que en su primera acción habilitó a Marco Asensio para que el balear sirviese un gol en bandeja a Vinicius, que malogró una ocasión cristalina antes de que Werner, tras la enésima colada de Simakan por la banda derecha, abrochase el triunfo de un Leipzig que se asoma a octavos tras una mala noche de un Real Madrid que también demostró que es humano.

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