Diario de León

EL DÍA DESPUÉS

El efecto carnaval

Publicado por
JOSÉ ANTONIO PASCUAL
León

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RONALDO, como ha ocurrido desde que llegó al Madrid, no pudo estar en su amado Sambódromo de Río de Janeiro, pero celebró el final de los Carnavales en la noche gélida de Múnich con un movimiento ante el paso del balón a una «bomba» de su compatriota Roberto Carlos que «embrujó» al meta germano Oliver Kahn. Fue como un «guiño» carnavalesco procedente del otro lado del Atlántico al que sucumbió Kahn, que para muchos era el mejor portero del mundo, y cuyo clamoroso error aplacó la euforia del estadio Olímpico y cerró con un disgusto de grandes dimensiones las fiestas populares muniquesas, también de gran arraigo. El polémico arquero, que tuvo que seguir un tratamiento intensivo para mejorar de sus problemas de espalda y poder jugar, y dos jugadores que le arrebataron en Yokohama en 2002 la gloria mundialista, como Roberto Carlos y Ronaldo, le volvieron a jugar una mala pasada con su inesperada colaboración. El delantero, aterido, con leotardos y guantes, hizo poco, como Roberto Carlos y el resto de compañeros, pero su movimiento para esquivar el lanzamiento del zurdo, contribuyó a que Kahn equivocase su estirada y cometiera un fallo de grandes dimensiones al intentar acoplar el esférico desde el abdomen al pecho. Este error coincidió con un nuevo gran partido de Casillas, otra vez providencial para su equipo. La incondicional afición del Bayern no paró de frotarse los ojos. La mayoría de los seguidores llegaban pensando en una clara derrota. El desarrollo del encuentro fue tan inesperado que algunos preguntaban a la prensa española qué le pasaba al cuadro de Queiroz, a la vez que disfrutaban de la mejor actuación de la temporada de los pupilos de Ottmar Hitzfeld. Y cuando saboreaban el triunfo y soñaban con la clasificación, Kahn «dejó» que el lanzamiento se metiera por debajo de su cuerpo. No se lo podían creer. Kahn, otrora héroe y un seguro bajo los palos, había fallado. Tampoco los cerca de 3.000 seguidores madridistas. Sufrieron estoicamente el frío y el mal partido de su equipo y tuvieron la fortuna de estar detrás de la portería de la grada norte y ser los primeros en darse cuenta de que había sido gol. El encuentro dejó sentimientos encontrados en los aficionados. Volvían mitad disgustados por el pobre partido y mitad felices porque por primera vez el Madrid no perdía en el Olímpico. Como reconocieron Queiroz y sus hombres, lo mejor para el campeón español fue el resultado. Atrás había quedado el gélido carnaval de Múnich, una noche de sufrimiento para el recuerdo, y con un nombre en todas las bocas, Kahn, al que los profesionales, no obstante, disculparon porque saben que los fallos son también intrínsecos al fútbol y que nadie está libre de ellos.

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