Diario de León

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Vegamián, un tesoro perdido

La mayor exterminación de truchas se produjo por causa de la saprolegniosis, que fue transportada probablemente desde cualquiera de los ríos que ya la habían padecido

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Ordoño Llamas Gil - león
León

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Si de algo puede presumir el pantano de Vegamián es de haber sido el recinto acuátito de esta provincia donde se ha dado la explosión demográfica de truchas fario mas importante que darse pueda, casi comparable a la producción de muchas piscifactorías juntas, pero en términos grandiosos, por todos los condicionantes que lo han conformado. Quizá el retén de Selgas de Luna, en sus mejores años, pudo comparársele, guardando siempre las debidas distancias en cuanto a proporciones se refiere. La calidad del agua que vierten en él varios ríos y arrroyos, siendo el río Porma el padre de esta afluencia, puede haber sido determinante, ya que estaba demostrado desde tiempos pretéritos que este río criaba y desarrollaba los ejemplares más grandes de los ríos de la comarca. Como ejemplo podría valer el de las truchas extraídas del Pozo Mateo, entre Boñar y Remellán, de muchos kilos de peso, que fueron expuestas en un edificio público para adulación y recreo del jefe del Estado, allá por los años de la dictadura. Puede que durante los primeros años se las haya dejado desovar sin molestias en los frezaderos, lo que unido a que concurrían a ellos muchos y muy buenos ejemplares, dio como resultado una progresión demográfica continuada durante varios años, que podrían calificarse como gloriosos dentro de la historia de las aguas embalsadas de nuestra provincia. Todos pudimos disfrutar de las emociones que nos deparaba una jornada de pesca en sus orillas, a cualquier tipo de cebo, y especialmente a lombriz cuando el pantano estaba rebosante de agua, en todas las praderas de mas alto nivel, donde las truchas se paeaban buscando las lombrices que emergían entre las hierbas inundadas. Todos los lugares eran buenos, ya fueran rincones entre sebes o praderas abiertas o cortados verticales de roca o en la extensa superficie. Lo único que había que elegir era el cebo o señuelo, dependiendo de que se estuviesen cebando a fondo, entre dos aguas o en la superficie, ya que las había en todas partes. Era un verdadero espectáculo observar los innumerables círculos que se producían en aquel enorme espejo, entremezclados con acrobáticos saltos de truchas de entre uno y tres kilogramos, que exhibían su hermosa anatomía elevándose por encima del agua, para dejarse caer con un estrepitoso golpe, que unido a los demás producía la impresión de un continuo chapoteo interminable. Puede que algunos días en que la presión atmosférica se imponía, haciendo barruntar a los peces la próxima tormenta, se palpaba una extraña calma, que disimulaba la gran vitalidad interna de aquellas aguas, produciendo un efecto engañoso. Momentos inolvidables Tengo en mi poder alguna película donde puedo recordar momentos inolvidables vividos pescando en el coto de Vegamián (para volver a afilar los dientes y a recuperar las ilusiones), viendo cómo y por qué se pescaba en aquellos tiempos, y la clase y tamaño de los ejemplares capturados. Era un continuo ajetreo de picadas y extracciones, con la vigilancia de César, grande por su tamaño, por su comportamiento y por su educación, quien se alegraba de que sus clientes lograsen divertirse al máximo, dentro de lo que la ley lo permitía. Eran tiempos de grandes cupos, como grande era la capacidad de reproducción de las fario. ¿Podrán imaginar algo parecido las últimas generaciones de pescadores que han visto siempre los pantanos como masas de agua deshabitadas y estériles? ¿Esperarán que el destino les depare el encuentro con un Ave Fénix que haga resurgir de sus cenizas a todos los embalses casi desertizados, o se conformarán con ver descender continuamente sus pocas expectativas de recuperación piscícola? ¿Se preguntarán el motivo de su actual estado? Los motivos son varios, pero nunca puede incluirse entre ellos a los pescadores de caña, como se pretende demostrar, prohibiéndoles hasta la intención. La mayor exterminación de truchas de este pantano se produjo por causa de la saprolegniosis o enfermedad del hongo blanco, transportada probablemente desde cualquiera de los ríos que ya la habían padecido, como el Órbigo o el Esla, y que dejó diezmadas (o trigesimadas) a las habitantes del mismo, en el momento en que la eclosión era mayor y que incluso se había incrementado repoblando con alevines de salmón plateado (no se de qué especie), de los cuales aún se mantienen algunos ejemplares entre sus aguas, por lo que se supone que también criaron. Luego se continuó con la presión pesquera nocturna, representada por infinidad de cuerdas o banderillas durmientes, cebadas con lombrices y peces pequeños, procedimiento que ya se utilizaba anteriormente, pero que no perjudicaba apenas, debido a la excelente crianza en los desoves, a los que el furtivismo también comenzó a perjudicar. Después se añadió el arma mas perjudicial y mortífera que darse pueda para todos los cauces fluviales: el procedimiento eléctrico o pesca eléctrica, que dejó obsoletos a todos los demás. Adoptado oficialmente para el control de los ecosistemas acuáticos, contando (o descontando) las poblaciones de truchas de todos los ríos; extrayéndolas para efectuar los desoves artificialmente y no devolviéndolas a su medio por mortandades no previstas; trasladándolas a lugares mas rentables, etcétera. Empleado para el control (más bien el exterminio) del lucio en todas las zonas medias y bajas. Copiado por los furtivos, que habían observado su ejecución legal y que pasaron de ser alumnos a maestros expertísimos. Todo ello ha traído como consecuencia que todos los ríos, y concretamente el pantano que nos ocupa, se vean en la actualidad desposeídos de casi toda la fauna que los habitaba. Los equilibrios que Icona pretende hacer para conservarla, suponiendo que los pescadores de caña perderán su tiempo ejerciendo la pesca sin muerte en un lugar donde sólo puedan utilizar la mosca o la cucharilla de un anzuelo sin gancho, lo que equivale a estar toda la jornada dando palos de ciego al agua mansa, parece mas bien una tomadura de pelo que una norma conservadora. Es más honrado declarar vedado el pantano, pues sus orillas estarán igualmente desiertas de pescadores. Valdría más preocuparse de que los desoves sean sanos e intocables para todos, y que las escalas para remontar sirvan para ello. Para ir a pescar sin muerte es condición indispensable tener alguna picada. Lo otro no es pescar. Sin embargo, en el coto de Vegamián no es perjudicial pescar con muerte, pues aporta a las arcas los debidos diezmos y primicias. ¡Genial!

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