Diario de León

El corazón de Dinamarca no bastó para anular la efectividad checa (3-0)

Los dirigidos por Broueckner se medirán a Grecia en semifinales sin conocer la derrota Especial: Eurocopa 2004

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Ignacio Tylko - oporto
León

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En un notable ejercicio de paciencia, orden y precisión, la República Checa ganó como y cuando quiso a la timorata Dinamarca y selló con más facilidad de la prevista su pase a semifinales, donde se medirá a la sorprendente Grecia. Ha ganado todos los partidos, está pletórica y tiene todo a su favor para alcanzar la final por segunda vez desde la desmembración de la antigua Checoslovaquia, campeona en 1976. En realidad, el duelo fue un tostón hasta que a los 49 minutos lo rompió un certero testarazo de Koller, un armario de más de dos metros acostumbrado a pelearse hasta con su padre en la dura Bundesliga. Los daneses no destacan precisamente por su físico endeble, pero cometieron una distracción imperdonable en un saque de esquina, de esas que en estos niveles te envían para casa. Pagaron ese error, pero también su racanería inicial, muy alejada de su tradición caracterizada por un fútbol alegre y vistoso. Cuesta arriba Cuando quisieron abrirse, ya con el partido cuesta arriba, se encontraron con el contragolpe letal de los checos. Poborsky, perro viejo, ejecutó primero el córner letal y luego vio el desmarque del escurridizo Baros, que no falló ante Sorensen. No contento con ello, el delantero de moda certificó la defunción danesa tras golpear como es debido un pase de Nedved, un tipo que maneja los tiempos del fútbol como pocos. Con cinco goles, el avanzado del Liverpool ha marcado en todos los partidos y ya es el pichichi provisional del campeonato, por encima incluso del renombrado Van Nistelrooy. Llegados al primer momento cumbre, a un partido a vida o muerte, checos y daneses se olvidaron de inicio de su fútbol alegre y atrevido que asombró en la primera fase y cayeron en esa vulgaridad tan de moda que marcan los corsés tácticos. En lugar de lanzarse a tumba abierta al ataque, a por la victoria, jugaron muy pendientes del rival y de no cometer errores, mirando tan sólo de reojo la portería a rival. Es lógico observar planteamientos conservadores a estas alturas de competición, dada la importancia de los partidos, pero resulta que un duelo ilusionante deriva por momentos en un muermo para los espectadores. Con siete «italianos» sobre el césped, tres entre la tropa checa y cuatro entre la danesa, es comprensible tanto esmero defensivo. Fieles a sus ideas Aunque más o menos jugaron fieles a sus planteamientos, a sus dibujos, la clave de ambos conjuntos residía en no salirse ni un centímetro de lo marcado en la pizarra. Así, todo el primer tiempo se jugó de forma insulsa, en zona de mínimo riesgo y sin que nadie se adueñara de la situación. En todo ese soporífero período los dos porteros vivieron su tarde más tranquila, sin necesidad de intervenir para nada. El público, que ni mucho menos llenó Do Dragao, sólo chilló de emoción en tiros desviados de Nedved, Poborsky y Galasek, así como en un cabezazo de Koller, por parte checa, y en un disparo de Poulsen y otro testarazo del mismo centrocampista Schalke 04, por el bando escandinavo. Las defensas se imponían a los estériles ataques y la lucha ganaba a la técnica en el medio campo. En los centroeuropeos, ni Nedved ni Rosicky, los llamados a marcar diferencias en la zona ancha, podían conectar entonces con Koller y Baros. En los daneses los estiletes Gronkjaer y Jorgenson no pudieron romper ni una vez por banda. Lo intentaron pero esta vez fueron muy menores. Dada la situación, estaba bastante claro que el partido sólo podría romperse a balón parado. Y, afortunadamente, se abrió nada más comenzar la segunda parte, cuando emergió el calvo checo entre los atónitos daneses. A partir de ahí, coser y cantar para los centroeuropeos y exhibición del goleador Baros, que marcó dos y se fue a la ducha a descansar y pensar ya en el próximo enemigo deportivo, Grecia. Así da gusto.

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