Diario de León

La culminación de una carrera marcada por el fuerte carácter y la profesionalidad

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Daniel Roldán - madrid
León

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Raras veces en la historia del fútbol español la elección del seleccionador ha sido tan unánime como en esta ocasión. Porque el nombre de Luis Aragonés ha infundido mucho respeto durante los 30 años que Zapatones lleva desgañitándose en los banquillos y con el cigarrillo en una mano. Es muy difícil encontrar a un jugador que haya estado a sus órdenes que hable mal de él. Y son muchos los que se decidieron a fichar por un equipo al estar él en el banquillo. La trayectoria de Aragonés (Madrid, 1938) está ligada a la del Atlético de Madrid. En 1974, Vicente Calderón decidió dar un cambio en la errática nave rojiblanca y puso a Luis al frente de los que días antes habían sido sus compañeros. Durante esa época ya demostró dos cualidades fundamentales de su manual futbolístico: la disciplina y el contraataque galopante. Una Copa Intercontinental (1975), una Copa del Rey (1976) y una Liga (1977) fue el resultado de aquella época gloriosa, que se prolongó hasta 1980. Luis Aragonés ha conseguido con los años ganarse el respeto de sus jugadores. No sólo por su provocada lejanía con ellos (les llama siempre de usted), sino por su seriedad en el trabajo y su compromiso con el plantel. Una muestra de esta unidad de vestuario fue el motín de los jugadores del Barcelona en la temporada 88-89 por un asunto de primas. Aragonés estuvo con ellos y Núñez le echó, aunque ganó la Copa. Quince años después, un joven delantero camerunés, Samuel Eto'o, pedía a gritos que Luis volviera al banquillo del Mallorca. Ahora, quien a pedido con unanimidad que Luis se siente en el banquillo de la selección ha sido España.

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