Wimbledon consagra a Sharapova como la alternativa a la fuerza

Wimbledon tiene su nueva reina en la persona de María Sharapova, la rusa nacida en un pueblo siberiano, que sólo tiene 17 años y dos meses. Esta rubia muchacha, más descarada que nunca sobre la hierba, doblegó a la mismísima Serena Williams, bicampeona del torneo. La victoria de Sharapova no deja lugar a la menor duda: 6-1 y 6-4 en tan sólo setenta y tres minutos. Con María se ha confirmado el nacimiento de una nueva estrella en el circuito WTA. Como recompensa a su conquista recibió un premio de 874.000 euros, en tanto que Serena Williams vuelve a casa con un cheque por importe de 437.000 euros. Contrasta en esta final un hecho que para muchos pasó inadvertido. Yori, el padre de Sharapova, estuvo en el palco, muy nervioso, eso sí, pero alentando a su hija. Richard Williams, por el contrario, no siguió el partido desde ese reducto, quizá por pensar erróneamente que Serena tenía prácticamente ganado el partido de antemano. La explicación a este inesperado desenlace (no hay que olvidar que la menor de las Williams partía como primera cabeza de serie y defensora del título) estriba en el escaso acierto de la estadounidense con sus tiros hacia el campo rival, desde donde, por el contrario, le llegaban como obuses lanzados por la aparentemente frágil Sharapova. El juego de la tenista rusa es engañoso. Golpea la bola a veces con tanta fuerza, o más, que Serena. Dispone de un revés cruzado sensacional y su derecha hace caminar velozmente a la pelota. Sharapova se ha destapado en Wimbledon 2004 como una seria candidata a muchos otros títulos. Serena cedió el primer set en tan sólo media hora y aunque en la segunda manga llegó a tener ventaja de 4-2, fue incapaz de sostener ese margen favorable ante los aciertos de su espigada rival.