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La Fórmula-1 a la deriva La recompensa de la espera

Cuando empezó, el atletismo cubano encontró un nuevo icono

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JAVIER GARCÍA-OCHOA Daniel Roldán - madrid
León

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LA FÓRMULA Uno va a la deriva y no sólo por la cantidad de agua caída el sábado sobre el circuito de Melbourne, sino por el nuevo reglamento, que no logra los objetivos y está complicando las cosas. Lo único que el motor para dos carreras ha aportado a los equipos es gastos. El reglamento es, además, tan inconcreto que el director del fabricante de neumáticos Michelín, Pierre Dupasquier, confesaba el domingo que ignoraba si se podía repostar en caso de que se cambiasen los neumáticos de lluvia por otros intermedios, también de lluvia y reconocía que tendría que consultar al director de carrera, dependiente de la Federación Internacional del Automóvil. La confusión sobre los cambios de neumáticos o de motores fue general durante todo el fin de semana y la sesión de clasificación del domingo, con la suma de tiempos, resultó ser un fracaso, y tres pilotos renunciaron a ella: Michael Schumacher, Takuma Sato y Felipe Massa. Al no poder mejorar su puesto en la formación de salida por no haber terminado la clasificación del sábado o tener un puesto tan malo como el de Schumacher, optaron por cambiar el motor del coche, ahorrarse los 200 kilómetros de los entrenamientos del viernes y sábado y presentarse con un motor más fresco para la siguiente carrera. A toda esta confusión se une la lucha de los equipos contra la Federación y Ferrari. Paul Stoddart, propietario de Minardi, montó el escándalo pretendiendo correr con coches no adaptados al reglamento de 2005, cuando disponía de todos los componentes para hacerlo, y al ver que los comisarios técnicos no autorizaban su participación llevó a la FIA ante la Corte Suprema del Estado de Victoria. El juez ordenó que los Minardi corrieran el sábado con los coches antiguos, mientras decidía sobre el caso, y la FIA amenazó con la exclusión de Australia de todas las pruebas del Mundial. Ante las presiones recibidas, Stoddart retiró la demanda y puso en orden sus coches para disputar el Gran Premio. Mientras todos los equipos menos Ferrari han llegado a un pacto para reducir los costos, las escudería italiana, además de no aceptarlo, se ha saltado otro acuerdo anterior que impedía entrenarse la semana de un Gran Premio. Para tratar de acelerar el debut del nuevo Ferrari F2005 y poder hacerlo en Bahrein, en vez de esperar a España, la escudería italiana estuvo probando durante la semana, al mismo tiempo que se disputaba el Gran Premio de Australia. Cuando Lino Martínez saltó 8.09 metros en Maracaibo, en el Caribe venezolano, los entrenadores cubanos vieron en él al futuro Iván Pedroso. El atleta (La Habana, 17-1-1978) era la gran promesa del deporte isleño. Con Pedroso en la cima de su carrera y con el mito Sotomayor apurando las últimas competiciones, el atletismo cubano había encontrado un nuevo icono. Lino, con ese brinco, confirmó las expectativas. En el Mundial junior de 1998 ya saltó 7.59 metros, marca superada un año más tarde en los Panamericanos de la categoría con 8.06 metros. Se colgaba su primer oro y la responsabilidad de no defraudar. Entró en la dinámica de la selección cubana, que conllevaba vivir en el hostal Galicia de Guadalajara durante seis meses. El clima de la ciudad alcarreña nada tiene que ver con el de su ciudad natal. El frío exterior lo calmó con mantas. Pero el del interior le costó más. La vida de Martínez tomó una nueva dirección en 1999. En lo deportivo, se fue hasta los 8.18 metros e incluso cayó en la arena a 8.39 metros de la plastilina, aunque este salto fue irregular. En lo personal, conoció a la que hoy es su mujer. El flechazo y los problemas llegaron a la vez. Él decidió quedarse en Guadalajara con su esposa, pero seguir competiendo con Cuba. A los dirigentes caribeños no les hizo ni pizca de gracia y le acortaron, poco a poco, los privilegios de los que gozan este grupo de elite cubano. La gota que colmó el vaso fue su exclusión del equipo olímpico de Sidney. Lino explotó y cortó todos los lazos con la isla. Comenzó entonces otra batalla, la de la burocracia, la de los impresos para obtener la nacionalidad española. Pero los papeles no llegaban y el tiempo se fue consumiendo los ahorros de los dos. Lino compaginaba los entrenamientos con Juan Carlos Álvarez en Madrid con un trabajo en el Ayuntamiento de Guadalajara, pero los pesos y los euros se esfumaban con la niña que acababan de tener. La luz llegó el 9 de julio de 2004. El Gobierno le daba la nacionalización por carta de naturaleza, con lo que podía competir en los Juegos. A Atenas llegó si presión y se llevó un bronce con un salto de 8.32 metros. En 2005 y en su primera gran competición, logró la mejor marca de la temporada (8.37). Oro en el Europeo de Madrid. Ahora, su objetivo es el Mundial de Helsinki. Quiere la revancha de la cita griega ante Dwight Phillips y John Moffitt, sus rivales allí. Allí quiere alzar otra vez a su hija con una nueva medalla al cuello, como hizo en Madrid. Acostumbrado al sufrimiento, Lino presume a los cuatro vientos de ser del Atleti, club que le homenajeará en el choque liguero del domingo.

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