| Perfil | Róbson Souza |
Robishow llega a la Nasa
Robinho, que será presentado hoy en el Bernabéu en un acto que estará abierto al público, cumple el sueño de llegar al Real Madrid, que será la plataforma de lanzamiento para alcanzar las estrellas
Galáctico o no, Robinho cumple desde hoy el sueño de todo futbolista: llegar a la Nasa del fútbol. A los 21 años, con dos títulos del Campeonato Brasileño, un subtítulo de la Copa Libertadores y una plaza segura entre los brasileños que deben disputar el Mundial de Alemania, Róbson de Souza tiene en el Real Madrid la plataforma de lanzamiento para alcanzar las estrellas. Pero no le digan galáctico, apenas Robinho, o «Robishow». «Mis amigos se la pasan diciendo que soy un galáctico, pero a mí no me gusta eso. Les digo que mi nombre es Róbson y que soy más conocido como Robinho», advirtió recientemente a periodistas. La seriedad le dura poco, le traiciona. Enseguida emerge su gigantesca sonrisa, el aire ingenuo y su espíritu juguetón, el mismo que traslada a las canchas y conserva cuando está cerca de un balón. El muchacho que nació el 25 de enero de 1984 en el municipio paulista de Sao Vicente despuntó para el mundillo del fútbol en el Santos y desde hoy continuará su carrera en el club blanco... Una trayectoria marcada por la «santidad» para alguien que con el balón en las botas es un auténtico diablo. Comenzó a patear pelotas de goma de todos los tamaños a los cinco años, en el Parque Bitirama, en la periferia de la histórica Sao Vicente, considerada oficialmente la primera ciudad de Brasil. Cuando el sol se ocultaba y se imponía el silencio en las calles, Robinho trasladaba su magia al cementerio. Eso explica quizá las acrobacias casi temerarias que inventa en plena carrera para desafiar las leyes de la física y desequilibrar a sus oponentes. Una de las maniobras que llevan el sello «Made in Robinho» fue bautizada en Brasil como «pedalada», una especie de pases mágicos que da al balón con sus largas piernas en plena carrera hacia la portería mientras sus custodios quedan como anestesiados, atornillados al césped. El hijo pródigo de Sao Vicente, municipio playero distante 73 kilómetros de Sao Paulo, jugó de niño en dos equipos de barrio antes de llegar al club que tiene su fortín en el estadio Vila Belmiro, el que a mediados del siglo pasado tornó célebre un tal Edson Arantes do Nascimento «Pelé». Debutó a los dieciocho años, en 2002. Con la camisa número siete y bajo la batuta de Emerson Leao hizo historia al ayudar al Santos a conquistar el primer título en la historia del Campeonato Brasileño, que se remonta a 1971. La campaña victoriosa se repitió en 2004, sin su compañero Diego, ni el técnico Leao, pero con Vanderlei Luxemburgo en el timón, el mismo que a comienzos del año pasó a dirigir al Real Madrid y uno de los tantos que pidió a gritos su fichaje. Tristeza en la despedida El Santos lo despidió el miércoles como los «fans» hacen con los astros del «pop». Emoción desbordada, tristeza con gritos y ríos de lágrimas y pedidos de «Volta, Robinho, volta» (Regresa, Robinho, regresa). «No aguanto más este ambiente de despedida. Sé que estoy dando un paso enorme en mi carrera, sólo que está siendo duro. Triste salir del Santos. Es duro decir adiós al equipo que me proyectó para el mundo», dijo antes del partido contra el Paysandú, en la ciudad amazónica de Belém, su último en Brasil con el club blanco y negro. El hombre que costó al Real 30 millones de dólares partió hoy a España con el corazón dividido entre la «saudade» y la alegría para cumplir cinco temporadas. Espera volver a Brasil con 28 ó 29 años. El diez estampado en la espalda, que ahora llevará en el Real Madrid, le fue tirado al llegar al equipo profesional del Santos, para aliviarle la presión de tener que jugar con la camisa de Pelé. Ahora anunció que también quiere jugar con el diez de la selección «canarinho». Y quiere más. A su edad, con su magia, su «sueño Real» está cerca de las estrellas, en otra galaxia. El ariete brasileño Robinho se despidió feliz con un triunfo de su equipo, el Santos, ante el Paysandú, pero aseguró que le hubiera gustado marcar un gol. «Me gustaría haber marcado al menos un gol, pero lo mejor fue conseguir la victoria del Santos, más que conseguir un gol y haber perdido. Sólo tengo que agradecer a los aficionados que me aplaudieron durante todos estos años. Robinho confía en adaptarse rápidamente al juego de su nuevo equipo. «Espero adaptarme a los jugadores del Madrid y conseguir hacer mi fútbol como siempre. Quiero llegar para mostrar el fútbol que ofrecí en el Santos y estoy seguro de que lo conseguiré», explicó. Por último, reconoce que se va con una espinita clavada. «Me gustaría haber ganado la Copa Libertadores, pero espero regresar para ganar una», concluyó.