Del susto al champán

AYER contábamos que la etapa podía tener el peligro del aire y los abanicos. No los hubo y llegamos en grupo contacto, pero hubo mucha tensión y caídas, La más llamativa la Heras. En mi equipo salvamos los muebles bastante bien: algún compañero tiene algunas contusiones (David Blanco) pero nada importante, el tendón de aquiles un poco tocado porque lo retorció al caer. Yo estaba muy cerca, con el equipo colocado en cabeza antes del último puerto. Alguien hizo el afilador (roce de rueda con la rueda del de adelante) y con la tensión cayó mucha gente. Libré de milagro, porque fui el primero que no acabó por los suelos: todos los que iban por delante cayeron. Yo frené, frené... y salvé de milagro. Pero la montonera nos deparó un buen momento de compañerismo. Una cosa no quita para otra y tras la caída el pelotón levantó el pie para esperar a los afectados. Somos deportistas y no quieres ganar a costa de cosas así. Hoy le tocó a otros, pero mañana te puede tocar a tí. En la salida también fue curioso. Parecía más una carrera de motor que de ciclismo. En vez de la habitual preocupación por las ruedas y la mecánica todos estábamos con la ropa; ahora abrigados por si llueve, ahora no. Al final el día no fue malo para mí. Además, somos una gran familia en el pelotón y cerré el día con Petacchi y una botella de champán: nos invitó por su cuarta victoria.