Diario de León

La canciller Angela Merkel prohíbe gobernar con los ultras

El primer ministro de Turingia anuncia que dimitirá y propondrá disolver el Parlamento regional

Angela Merkel durante una rueda de prensa ayer en Pretoria.

Angela Merkel durante una rueda de prensa ayer en Pretoria.

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Una llamada al orden de la canciller federal, Angela Merkel, bastó para que los acontecimientos se precipitaran en Turingia. Aunque ya no es la presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU) ni tiene influencia directa en la política del Estado germanooriental en crisis, las declaraciones de la jefa del Gobierno desde Sudáfrica influyeron en el anuncio de renuncia al cargo, tan solo 24 horas después de su nombramiento, del primer ministro de Turingia, Thomas Kemmerich, y la propuesta de su Partido Liberal (FDP) de disolver el Parlamento de Erfurt. Merkel calificó de «imperdonables» las circunstancias de la elección de Kemmerich gracias a los decisivos votos de apoyo recibidos de los diputados de la ultranacionalista Alternativa para Alemania (AfD) y afirmó que esa votación debería revocarse, ya que ha roto con el «planteamiento básico tanto mío como de la CDU» de que no se deben buscar mayorías con la ayuda de AfD, formación condenada a la marginación por el resto de fuerzas.

Una crítica abierta a sus correligionarios en Turingia y a los liberales, cuyos parlamentarios son sospechosos de votar a favor de Kemmerich a sabiendas de la maniobra maquiavélica del partido ultraderechista, xenófobo y antieuropeo, que logró frustrar la esperada aprobación de un ejecutivo de minoría con una coalición de La Izquierda, el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes y acabó dividiendo también a las fuerzas democráticas.

A Erfurt acudieron ayer de urgencia la presidenta de la CDU, Annegrett Kramp Karrenbauer, y su colega del FDP, Christian Lindner. La primera para poner firmes a sus compañeros de partido por favorecer la pérfida artimaña ultranacionalista y advertirles de que todo contacto con AfD tendrá graves consecuencias. Y a Lindner le tocó apretar las tuercas a Kemmerich hasta forzar su renuncia y el anuncio de que propondrá la disolución de la Cámara de Erfurt para facilitar un adelanto electoral que resuelva la crisis regional. El presidente de los liberales negó toda participación de su partido en una presunta conspiración orquestada por los populistas, destructiva sospecha que ha puesto en duda la credibilidad del pequeño partido y provocado ruidosas protestas ante su sede en Berlín.

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