Diario de León

ANÁLISIS Néstor Rojas

Una presidencia objeto de pugna política

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En los últimos meses el palacio de Miraflores, ubicado en el centro de Caracas, ha sido algo más que el centro del poder en Venezuela. La construcción de más de 100 años fue transformada en objetivo político de la oposición, pero los simpatizantes del presidente, Hugo Chávez, la consideran una pieza inexpugnable y centro de reunión para los defensores de la «revolución bolivariana». Hace tres meses, la oposición descubrió hasta dónde pueden llegar algunos para «defender» al gobierno de Chávez, luego de que supuestos simpatizantes del gobierno dispararan contra una manifestación que intentó llegar hasta el despacho presidencial para decirle al presidente que abandone el poder. La historia se repitió ayer, con una nueva manifestación opositora intentando llegar hasta Miraflores y grupos chavistas en actitud de no permitir que se acerque hasta el palacio. La marcha para conmemorar los tres meses de la matanza del 11 de abril estuvo precedida de una prolongada pugna entre las autoridades y los organizadores de la protesta. La oposición no quería ceder a su intención de llegar a la sede del gobierno y el ministro del Interior, Diosdado Cabello, desempolvó un decreto de 1992 que prohibía las manifestaciones en los alrededores del palacio. Tras varias discusiones, la oposición aceptó avanzar hasta unas pocas calles de la sede presidencial, pero las autoridades tomaron sus previsiones con un bloqueo de policía, militares y vehículos blindados para evitar choques entre los bandos. «Chávez se refugió en las bayonetas, en los tanques, incluso ordenó poner alambradas electrificadas en Miraflores, sin querer ver que a este pueblo no lo para nadie», dijo el líder opositor Antonio Ledezma. El dirigente Leonado Carvajal, que encabeza un grupo civil vinculado a la educación, comentó que Miraflores se ha convertido en un «fetiche, una línea Maginot del chavismo», por lo que sugirió a la oposición abandonar el objetivo de llegar hasta sus puertas. «Hay que entender que los chavistas radicales consideran a Miraflores su santuario. Ellos han fetichizado esos espacios físicos, a partir de una concepción militar de la política», señaló. En 1992 el palacio de Miraflores fue bombardeado en dos rebeliones militares que intentaron sin éxito sacar del poder al presidente Carlos Andrés Pérez. Una de las sediciones fue dirigida por Chávez, entonces un comandante de paracaidistas. Pérez resistió los bombardeos y las embestidas de los carros blindados, pero un año después fue destituido por una acusación por corrupción. En los años previos, Miraflores fue un recinto oficial vedado para las protestas opositoras, más reservado a las negociaciones políticas entre grupos de presión y el gobierno.

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