Diario de León

OPINIÓN Enrique Vázquez

Misterioso hasta el final

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¿«Abu Nidal», un suicida? Sí, de creer a la Seguridad iraquí, uno de cuyos máximos responsables, Tahir Jalil al-Habush, dio ayer una conferencia de prensa en Bagdad con el fin de decir decir que, en efecto «Abu Nidal», el ex terrorista palestino jubilado se dio la muerte el pasado lunes en la capital iraquí cuando unos policías iban a detenerle para someterle a interrogatorio... El episodio sería menor si no se produjera en el contexto de las amenazas norteamericanas contra el régimen iraquí: Bagdad sintió el peligro de que «Abu Nidal» fuera asociado al poder, la misma revelación de que aún vivía allí ofrecía una posibilidad para que Washington lo presentara como una connivencia entre factores terroristas... Eso explica que el viceprimer ministro iraquí y portavoz exterior del gobierno, Tariq Aziz, reapareciera en escena (cuando lleva meses inactivo o sin trabajo conocido) para decir el pasado martes que, en efecto, «Abu Nidal» había muerto y que al día siguiente las autoridades darían los detalles. En efecto, ayer se dio la versión resumida: suicidio. Tal versión debe ser recibida con algo más que cautela, pero el nivel de los medios puestos a contribución para explicarla indica la importancia que se dio al episodio. Se ha presentado el asunto no en clave palestina, sino misteriosamente iraquí: Sabri al-Banna, tal era su verdadero nombre, habría entrado hace tres años ilegalmente en Iraq y estaría en relación con ciertos enemigos árabes -que no han sido identificados- cuando, descubierto, iba a ser detenido y prefirió darse la muerte. En la hora presente, «Abu Nidal», un viejo disidente de la OLP, fue su embajador en Iraq en los setenta, entró en disidencia cuando vio el rumbo arafatiano, fue condenado a muerte en rebeldía por un tribunal palestino y, con un puñado de duros, creó el llamado «Fatah-Consejo Revolucionario», un recuerdo del pasado. Hoy, Al-Banna era menos que residual... Le conocí en Bagdad hace más de veinte años y tuve la impresión entonces de que más que un huésped del gobierno baasista era su rehén. Después se fue evaporando y, enfermo de cuidado, vagó por varios países árabes (se cree que estuvo en Libia por bastante tiempo) hasta que los cambios le convirtieron en prescindible. Su muerte ahora es, como todo en él, un misterio y una complicación -pasajera- para el régimen iraquí.

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