Annan espolea la conciencia de Europa con la inmigración

La sede del Parlamento Europeo en Bruselas lució ayer alfombras rojas para recibir por primera vez en sus 36 años de historia al secretario general de la ONU en ejercicio, Kofi Annan, encargado de recoger el premio Sajarov a los Derechos Humanos, concedido por la Eurocámara a todo el personal de Naciones Unidas. Annan aprovechó el envite para espolear la conciencia de los europeos con los inmigrantes y para reclamar a los países «que abran grandes avenidas para la inmigración legal». En un discurso emotivo por momentos, Annan apeló a la vocación emigrante de los europeos, que durante siglos se lanzaron a poblar nuevos mundos, dijo, para constatar que ahora se han invertido los papeles. «Los inmigrantes necesitan Europa. Pero Europa también necesita a los inmigrantes», resaltó el secretario general de la ONU, quien pidió a los socios comunitarios «que abran grandes avenidas para la inmigración legal, para profesionales y personas no cualificadas, para la reunificación familiar y el desarrollo económico, para inmigrantes temporales y permanentes». Drama humano Annan manifestó que intentar acallar el «drama humano» de la inmigración «avergüenza a nuestro mundo», e insistió que en las personas que llegan al viejo continente son una parte «inevitable e importante» para nuestras economías, a la vez que contribuyen al desarrollo de sus países de origen, a los que envían divisas por valor de 80.000 millones de euros cada año, es decir, casi el doble de lo que reciben estas naciones como ayuda al desarrollo. El presidente de la Eurocámara, Pat Cox, y el ministro irlandés de Exteriores, Brian Cowen, se encargaron de replicar al discurso de Annan. Casualmente, ambos son irlandeses, pueblo de emigrantes donde los haya, y se limitaron a elogiar la intervención, al igual que hizo el portavoz del grupo liberal, Graham Watson, al afirmar: «Cerrar la puerta principal sólo hará que los inmigrantes busquen la puerta trasera». Annan dijo que recibía orgulloso el premio en memoria de los agentes de la ONU caídos en Bagdad, a los que calificó de «personas valientes, libres, pero también soldados de la humanidad y de la paz».