Diario de León
ENRIQUE MARCARIAN

ENRIQUE MARCARIAN

Publicado por
David Beriain - redacción
León

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Como si fuera un líder soviético de los sesenta, Putin tomó ayer el micrófono para advertir a sus enemigos (quienes quiera que fuesen) que sus científicos militares habían llegado más lejos y que ya estaba en posesión de un arma superior. El presidente ruso hizo el anuncio delante de la cúpula militar, como un guiño a la vieja guardia del ex Ejército Rojo y a los sectores más nacionalistas del país. Sacó pecho bélico e insinuó que los nuevos misiles devolverían a las fuerzas armadas rusas la gloria del pasado. Pero luego intervino el ministro de Defensa, Serguei Ivanov, y puso las cosas en su sitio. Como un inmenso jarro de agua fría fue desglosando cifras y dibujó el terrible panorama del Ejército ruso. Dijo, por ejemplo, que de los 500 soldados que murieron el año pasado, más del 25% se suicidaron. Es decir, que se quitaron la vida más militares que los que la perdieron en el frente en Chechenia. La experiencia del frente y la brutalidad que se vive en los cuarteles, con rituales de iniciación de los novatos que se diferencian muy poco de ciertas formas de tortura, llevaron al suicidio a más de 150 soldados. Otro 10% murió en accidentes, lo que también habla a las claras del estado de los vehículos y del material. Ivanov se quejó además de que los militares estaban a punto de entrar en los sectores marginales de la población porque sus sueldos apenas llegan para vivir. Un conductor de autobús gana más que el jefe de un regimiento. Campo abonado para la corrupción. ¿Por qué se embarca entonces en una carrera armamentísitca? Pues porque, por muy caras que sean, nunca costarán tanto como sanear un Ejército desprestigiado al que ya nadie teme. Un Ejército que para asegurarse los más de 300.000 soldados de reemplazo que cada año tienen que sumarse al servicio militar obligatorio en el país tiene que ir a buscarlos a sus casas con la policía porque si no nunca acudirían. Como en la Guerra Fría, el potencial ruso sigue teniendo pies de barro.

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