Diario de León

«En segundos teníamos el agua al cuello. No vimos, ni oímos la ola»

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Kurt Jost, un turista austrico, se encontraba desayunando con su pareja en la terraza de un complejo turístico a unos veinte metros de la playa, en la isla tailandesa de Phuket, e instantes después se veía obligado a luchar para no ser arrastrado mar adentro por el reflujo de la marea. «En cuestión de segundos, teníamos el agua al cuello», declaró Jost a la agencia APA. En los momentos anteriores «ni vimos ni escuchamos ninguna ola», precisó. El golpe de agua lo arrastró treinta o cuarenta metros, hasta una mesa de billar. Desde allí vio el efecto del tsunami (ola gigantesca causada por un maremoto). «Tras un momento de confusión busqué y encontré a mi pareja, que estaba cubierta de suciedad, como yo, pero a salvo», dijo. «Por todos lados veíamos tailandeses corriendo, así que los seguimos hasta la calle principal. En pocos minutos se congregó allí una gran masa de gente que miraba aterrorizada cómo se retiraba el agua marrón. Había un griterío general, sólo entendía trozos. Gente que hablaba de casas destrozadas, amigos perdidos, balsas hundidas», explicó. «Muchos de los lugareños se han ido a las montañas y desde allí miran el mar. Esperan las réplicas. Se puede sentir en el aire el dolor de la gente, consciente de los muchos muertos, de la devastación, de los daños materiales. Se respira un ambiente terrible», apostilló. «Todas las construcciones, y también la bahía, se encuentra totalmente destruidas», declaró la también austrica Margarethe Wachschuetz. «Como una zona de guerra» Nicola Barton, una peluquera de 33 años que reside en Surrey (al sur de Londres), describió a la agencia británica de noticias PA)la situación en las islas Maldivas, país muy afectado por las altas mareas causadas por el terremoto. «Es horroroso. Hay tumbonas de las que se usan para tomar el sol flotando alrededor de la isla, sillas de los restaurantes y vasos rotos por todos sitios, bombillas...Es como una zona de guerra», comentó Barton. Mary Picking, desde la isla tailandesa de Phuket, relató que «vimos una ola enorme acercándose a la playa y la gente empezó a correr. De pronto, todo se convirtió en un caos y la gente corría y gritaba mientras azotaban las olas», dijo Picking. Simon Clark, un fotógrafo londinense de 29 años, relató una experiencia parecida en la isla tailandesa de Koh Ngai. «De repente -contó Clark- vino esa ola gigante, se apoderó de la playa y lo destruyó todo con su impacto. La gente que estaba buceando fue arrastrada, junto al coral, hasta la playa y quienes tomaban el sol quedaron cubiertos por el mar».

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