Diario de León

La reina, el baile en pleno centro y la flema británica

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Íñigo Gurruchaga - londres
León

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En el mismo corazón monumental de la ciudad herida por las bombas, octogenarias británicas bailaron ayer con la música del gran bombardeo alemán, que duró dos años, y cantaron las viejas coplillas de los resistentes: «Empaqueta tus problemas en tu vieja mochila/ y sonríe, sonríe, sonríe/ Mientras tengas a Lucifer para encender tu pitillo/ sonreid muchachos, estáis así mucho mejor». Porque el atentado en el transporte público de Londres no pudo impedir que se presentara en sociedad el nuevo monumento que adorna Whitehall, la arteria central donde se hospedan las oficinas del Gobierno. Está dedicado a los siete millones de mujeres que se alistaron en el Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial y que nunca antes habían sido oficialmente reconocidas. «Se olvidaron de nosotras», dijo Mary Rulton, que caminaba muy digna con su bastón. La reina Isabel II, muy sonriente, como si nada hubiera pasado, desveló una placa incrustada en el bello monumento en bronce, se cantó el himno nacional, se pronunciaron discursos. La banda de música de la Real Fuerza Aérea entonaba una nueva melodía y las veteranas cantaban otra de las canciones que animaron a los londinenses cuando se protegían de las bombas en los túneles del metro. La letrilla era pícara esta vez: «Pásale mi afecto al sargento-mayor/pásale mi afecto al sargento mayor». Y dos días después de la masacre, se fue la reina, cayeron las barreras, y se mezclaron en el centro de Londres, lores, veteranas, Cherie Blair, amigos... En fin, la famosa flema británica.

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