El ajuste de cuentas

El presidente ucraniano despidió ayer en bloque a su gobierno para acabar con la crisis provocada por las dimisiones de varios de sus colaboradores en un espeso ambiente de discordia pero, de hecho, procedió al ajuste de cuentas con la primera ministra Yulia Timochenko pendiente desde la «revolución naranja». Aquella magistral operación, bien apoyada desde Washington con un operativo en toda regla que proporcionó gran cobertura mediática, dinero y apoyo logístico a la oposición liberal, que consiguió derribar el régimen corrupto de Lionid Kuchma, quedó coja: Víctor Yushenko, un ex primer ministro reformista de Kuchma que rompió con él, fue un prisionero de hecho de una parte de la oligarquía simbolizada por Yulia Timochenko, verdadera pasionaria de la revuelta y animadora de la misma. Con Yushenko ya presidente, la señora Timochenko dijo tranquilamente que sólo ella podía ser nombrada jefa del gobierno porque así estaba previsto en un pacto escrito: contra la organización de la operación y su duración ilimitada, la jefatura del gobierno a la hora del triunfo. Y así fue: nombrada en un ambiente jubiloso por el triunfo democrático, pero entre advertencias de los medios mejor informados. Yushenko tomó precauciones, como nombrar a un hombre con poder, Petro Porochenko, para el cargo clave y creado para él de jefe de un Consejo de Seguridad Nacional visto casi como un gobierno paralelo, mientras la primera ministra imponía al frente del SBU (la poderosa y antes temida Seguridad del Estado) a un hombre suyo, Oleksandr Turchinov. Porochenko dimitió ayer acusado de corrupción por un viceprimer ministro, Mykola Tomenko, a su vez dimisionario porque no deseaba ser parte de un gobierno incapaz de cambiar las cosas. El presidente hizo lo que debía: ordenar una investigación sobre el servicio de aduanas, foco de la corrupción, y nombrar primer ministro interino a un hombre de su confianza, deberá obtener la confianza parlamentaria y la mayoría no está garantizada. El clan Timochenko tal vez no acepte fácilmente su derrota.