Diario de León

| Análisis | La solución diplomática |

Una fuerza de paz a la carta para Tel Aviv

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Miguel Murado - madrid
León

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Condoleezza Rice eligió un mal momento para su estreno mundial como pianista. La cumbre asiática de Asean es famosa por sus finales desenfadados y este año Rice había prometido un concierto a sus colegas. Pero su versión de Brahms quedó eclipsada por su viaje ayer a Oriente Medio. Sean cuales fueren los méritos de su interpretación en Kuala Lumpur, está claro que va a necesitar más virtuosismo en Jerusalén, y luego en la ONU. Llamarle iniciativa de paz a esta nueva gira diplomática sería una exageración, puesto que la paz no es el objetivo, sino lo que Washington llama una «solución estable», que se traduce por una situación en la que Israel salga reforzado. Pero incluso esto será difícil, dada la distancia entre las expectativas que Israel se había creado y sus magros logros sobre el terreno. Hace quince días, la teoría en Tel Aviv era que su Ejército aplastaría a Hezbolá en tres semanas, mientras que su campaña de terror aéreo forzaría al Gobierno de Beirut a volverse contra los islamistas. Dos semanas después, nada de eso ha ocurrido. Los F-16 han ganado la guerra a los civiles del Líbano, pero Hezbolá, más popular que nunca según las encuestas, dispara cien cohetes al día. Mientras, el Ejército israelí no ha podido tomar siquiera el único objetivo, simbólico, que se había fijado: Bint Yebail. A las órdenes de Olmert El que Israel esté pidiendo una fuerza internacional para que proteja su frontera es la prueba de este fracaso. Su único consuelo ya es que espera dictar exactamente la composición y atribuciones de esa fuerza y para eso está Rice en Jerusalén, para leer la partitura que ha escrito Ehud Olmert, una partitura que, aunque seguramente menos inspirada que las de Brahms, puede que resulte más difícil de interpretar, porque lo que Israel pide es una fuerza de paz a la carta. Condiciones Para empezar, la fuerza tiene que ser de la Otan con lo que estaría controlada por EE.UU. y, por tanto, indirectamente, por Israel. Tiene que tener la legitimidad de un mandato de la ONU, pero no ser una fuerza de la ONU, con la que Israel ha mantenido una relación llamémosle difícil, la cual, tras décadas de resoluciones incumplidas y condenas vetadas in extremis, culminaba metafóricamente en el bombardeo del puesto de observadores de la semana pasada. El primer ministro israelí todavía ha ido más lejos, y ha puesto condiciones incluso a la virilidad de las tropas: «Tienen que ser soldados endurecidos», decía Olmert (casi a la misma hora en la que sus propios soldados endurecidos se retiraban de Bin Yebail en medio de un alboroto de camillas y am-bulancias). En fin. Esta es la partitura que Rice tendrá que interpretar en Beirut (si va allí), donde el Gobierno y Hezbolá han encontrado un consenso y querrán garantías de que la fuerza internacional no va a ser un ejército de ocupación israelí por notario interpuesto. Y esa es la partitura que tendrá que interpretar luego en el Consejo de Seguridad, donde la muerte de los cuatro observadores no va a animar precisamente a nadie a enviar tropas a un sitio donde se comenten tantos «errores». Rice tendrá que ensayar mucho esta pieza para que le salga bien.

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