Víctimas de la dictadura sospechan que se trata de eludir sus responsabilidades con la justicia
Libertad bajo fianza para un Pinochet que se recupera poco a poco del infarto
Augusto Pinochet, de 91 años, evoluciona satisfactoriamente dentro de la gravedad, tras el infarto de miocardio que estuvo a punto de costarle la vida. Fuentes del hospital militar de Santiago, donde el dictador fue trasladado en la madrugada del domingo, informaron que persiste el riesgo de muerte. El médico Juan Ignacio Vergara que atiende al ex general, que ha sido sometido a una angioplastia en una de las venas del corazón, prefirió ser cauto y aguardar a que se cumplan 48 horas del infarto para pronosticar su posible evolución. «Está estable, no se ha agravado, no necesita otra cirugía por el momento, pero hay que estar preparados para evitar cualquier complicación, porque en estos casos los enfermos se pueden volver sufrir un infarto», advirtió el médico. La leve mejoría en el cuadro general despertó suspicacias entre los enemigos del ex general. Familiares de víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante el régimen (1973-1990) y sus abogados sospechan que se trate de un simulacro de enfermedad, justo cuando en una de las causas judiciales el general estaba cerca de la eventual condena. Se trata del proceso que se le sigue por sus cuentas secretas en el Banco Riggs de Estados Unidos y en otros países donde tenía una fortuna de 27 millones de dólares. «Tengo la sospecha de que la situación está siendo magnificada como parte de la estrategia de la defensa», sostuvo el abogado Hiram Villagra, uno de los acusadores. «Las crisis de salud han sido una práctica sistemática de Pinochet cada vez que se viene una resolución judicial importante», alertó. Desde su detención en Londres, a petición del juez Baltasar Garzón en 1998, la defensa de Pinochet explotó al máximo la condición de salud del ex general para eludir su rendición de cuentas ante la justicia. Por su presunta enfermedad consiguió eludir la extradición a España y volver triunfante a Chile, y una vez en su país sorteó la acción judicial argumentando «demencia senil». El anciano militar efectivamente tiene diabetes, demencia subcortical moderada, artritis y usa un marcapasos, además de haber padecido en el último lustro tres accidentes vasculares que le dejaron lesiones cerebrales. Pero aún así, hasta el momento no parecía estar impedido de responder la requisitoria de los jueces. Tras una serie de victorias iniciales cuando la justicia sostenía su incapacidad de ser sometido a juicio, comenzaron los reveses. La justicia lo procesó en cuatro causas, por violaciones graves a los derechos humanos, por fraude fiscal y por uso de pasaportes falsos. En los próximos días se aguardaba la acusación y condena en la causa por enriquecimiento ilícito. Los acusadores temen que esta crisis sea una nueva estrategia para mantener su impunidad y morir sin ser condenado. Las especulaciones El hijo mayor de Pinochet fue el encargado de responder a las dudas. «Ojalá fuera una treta», declaró Augusto Pinochet hijo sobre la enfermedad de su padre. Entretanto, a las puertas del hospital, siguen de guardia decenas de simpatizantes del anciano, la mayoría de ellas mujeres que reivindican su