Diario de León

OPINIÓN

Otra vez, Samarra como referencia

Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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¿CÓMO ES posible que rebeldes iraquíes hayan podido burlar la vigilancia de casi cien hombres oficialmente adscritos a la protección del gran santuario chií de Askiriya y volado sus dos minaretes después de que la destrucción de su cúpula en febrero del año pasado provocara un baño de sangre que dura hasta hoy? Esta modesta pregunta no tenía respuesta ayer en Bagdad, donde el gobierno de Nuri al-Maliki solo pudo decretar el toque de queda, prohibir toda reunión pública, enviar refuerzos a Samarra y anunciar una investigación. Pero los policías de servicio en el lugar han sido detenidos como parte inicial de tal investigación y el público está perplejo y conmovido. El primer ataque contra la mezquita de la cúpula dorada (que abriga las tumbas del padre y el abuelo del imam Mahmud al-Mahdi, el fundador, con su desaparición, del chiísmo duodecimano, el más puro y motivado) no causó, ni este tampoco, un solo herido. Pero la explosión fue el mayor éxito de la insurgencia y/o al-Qaeda, que sabía lo que hacía: provocó una explosión de cólera e inauguró una guerra dentro de otra, la de los asesinatos sectarios que solo al día siguiente del primer ataque, el 22 de febrero, causaron 175 muertos. La nueva provocación ha dado inmediato protagonismo al líder del ala más rigorista y radical de la chiía militante, Moqtada al-Sadr, que pidió calma a los suyos, convocó manifestaciones, decretó por su cuenta tres días de luto oficial, criticó al gobierno por su inacción y, sobre todo, volvió a anunciar que sus treinta diputados suspenden su participación en el Parlamento. El hecho de que no haya ni heridos en la acción prueba de nuevo que el corazón del problema iraquí en esta fase crucial de la ocupación y la posguerra oficiales es político y confesional, adjetivos con frecuencia intercambiables en el escenario iraquí e insoslayables en términos sociales. La mayoría chií, agredida de nuevo donde más le duele, en el registro simbólico y religioso, parecía hace meses -era el único dato positivo en el balance de la gestión norteamericana sobre el terreno- más o menos convencida de la necesidad de cancelar los asesinatos por venganza, las ejecuciones extrajudiciales, que bajaron mucho. Eso ha podido acabar de nuevo pese al juicioso llamamiento de al-Sadr a la autocontención. Se trata de un ominoso fracaso del gobierno.

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