Diario de León

Las primarias de Pensilvania no posibilitan a ningún candidato los 2.025 delegados para su nominación

El empate de Clinton y Obama deja la decisión en los superdelegados

La opción del «pueblo» demócrata puede quedar relegada en la convención de Denver

Un votante hace cola para ejercitar su derecho en un colegio electoral de Palmyra, en Pensilvania

Un votante hace cola para ejercitar su derecho en un colegio electoral de Palmyra, en Pensilvania

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Mercedes Gallego - filadelfia
León

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Pasó Pensilvania, el último gran estado en liza, con sus 158 delegados en juego. Y aún así las matemáticas no le salen ni a Hillary Clinton ni a Barack Obama. Aunque el telón de las primarias no se bajará hasta que voten Dakota del Sur y Montana el 3 de junio, ninguno de los dos podrá alcanzar ya con el voto popular los 2.025 delegados que se necesitan para cerrar la nominación demócrata. Su única oportunidad está en los casi 800 votos de demócratas que por su cargo están por encima de las urnas. Son superdelegados pero no tienen capa y hace ya varias semanas que han dejado de ser secretos. Se trata de ex presidentes, gobernadores, congresistas y altos funcionarios demócratas, en activo o en la retaguardia, a los que se les supone una sabiduría política superior a la de la masa. Un mal principio para ganarse la simpatía del pueblo, que puede verse sobreseído durante la convención de agosto en Denver (Colorado), después de haber puesto toda la carne en el asador. Las llamadas de Bill Clinton les interrumpen las cenas de familia, los Kennedy les invitan a café en nombre de Obama y cada día reciben en su e-mail 30 o 40 mensajes de prominentes cargos que buscan su apoyo para uno de los candidatos. No hay político más cortejado en estos días que los superdelegados. La última vez que tuvieron que dirimir un empate técnico fue en 1984, cuando coronaron a Walter Mondale, que le sacaba una ligera ventaja a Gary Hart. El ex vicepresidente de Jimmy Carter acabó perdiendo por goleada frente a Ronald Reagan, en la mayor derrota presidencial que haya sufrido un demócrata. Ventaja de Obama Eso es lo que estarán mirando los superdelegados indecisos a la hora de comprometer su voto. ¿Quién de los dos candidatos está mejor cualificado para vencer a John McCain en noviembre? Clinton sostiene que su trayectoria ha demostrado que es capaz de ganar los estados clave que decidirán las elecciones generales, como Ohio, Florida o, esperaba ella, Pensilvania, donde el martes por la noche aún seguía el recuento de los votos al cierre de esta edición. Obama, por su parte, ha recibido el mayor número de votos en más estados y tenía, hasta el martes, 164 delegados más que su rival. Su argumento es que la élite del partido no debe anular lo que el pueblo ha votado. De hacerlo, esas masas de jóvenes y afroamericanos que han despertado a la política con la ilusión de su candidatura se quedarán en casa en noviembre. ¿Y qué hay de esa antipatía visceral que despierta Hillary Clinton en la mitad del país? El dilema tiene en vilo a unos 300 superdelegados que según la cuenta de la agencia Associated Press no han anunciado aún a quién apoyarán. Howard Dean, presidente del Partido Demócrata, les presiona para que tomen una decisión antes de julio, para no arrastrar el duelo hasta la convención. Uno de cada diez cree que debe seguir la voluntad del estado al que representa. El mismo porcentaje dice que apoyará a quien saque más votos y otro 10% buscará motivos etéreos.

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