Diario de León

Asegura no tener remordimiento ni sentimiento de culpa y que era feliz por tener dos familias

Fritzl confiesa que se enamoró de su hija y la convirtió en una esclava sexual

La versión publicada deja bien claro que su protagonista no realizó nada que no fuera consciente

HELMUT FOHRINGER

HELMUT FOHRINGER

Publicado por
Enrique Müller - berlín
León

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En la soledad de la cárcel de St. Pölten, aislado del resto de los demás presos y bautizado por la prensa de su país como el «Monstruo de Amstetten», Josef Fritzl, comenzó a relatar a su abogado, Rudolf Mayer, su propia versión del martirio que sufrió su hija Elisabeth y los motivos que lo llevaron a encerrarla durante 24 años en el sótano de su casa. Los apuntes de las conversaciones entre Fritzl y su abogado llegaron, gracias a una interesada gestión de Mayer, a la redacción del semanario News, que este viernes llegó a los quioscos con un titulo sugerente en su portada: «¡Fritzl habla!». La confesión de Fritzl es categórica y revela de forma inequívoca que el monstruo de Amstetten sabía perfectamente lo que estaba haciendo y que en ningún momento tuvo remordimientos, ni tampoco sentidos de culpa por haber convertido a su hija en una esclava sexual. Peor aun, Fritzl admite que se había enamorado de su hija y que se sentía feliz de tener dos familias, la que vivía «arriba» y la que vivía «abajo». «A lo largo de los 24 años siempre supe que lo que estaba haciendo no era correcto y que debía estar loco para hacer algo semejante», contó Fritzl a su abogado, «Y aun así, mi segunda vida en el sótano de mi casa se convirtió en algo natural, por ejemplo cuidar de mi segunda mujer y de nuestros hijos». En su interesada confesión, Fritzl habla por primera vez de los motivos que tuvo para encerrar a su hija. «Fue siempre una adolescente rebelde, visitaba locales de mala muerte, bebía y fumaba. Tuve que traerla a casa varias veces, pero ella se volvía a escapar. Por eso ideé un lugar donde poder mantenerla alejada, por la fuerza, del mundo exterior». Patético relato En su patético relato, Fritlz desmiente que haya violado a su hija cuando tenia once años de edad y admite que sus deseos de tener relaciones sexuales con Elisabeth nacieron cuando la joven ya se encontraba prisionera en el sótano. Fue entonces cuando el 'monstruo' comenzó a comparar a su hija con su madre. En la primavera de 1985, Fritzl ya no pudo controlar sus deseos. «El incesto se convirtió en una adicción», relata Fritzl. «Nunca usé preservativos porque en realidad deseaba tener hijos con Elisabeth». Con el tiempo, la cárcel donde Elisabeth vivió 24 años de su vida se convirtió para su padre en su segundo hogar, un lugar alejado del mundo exterior y donde Josef Fritzl era el amo absoluto. «Era mi reino» dice en su confesión hecha ante su abogado y que reproduce la revista. «Cuando yo bajaba al sótano, llevaba flores a mi hija y libros y animales de peluche a mis hijos. Mientras ella cocinaba, yo veía películas con los niños y cuando la comida estaba preparada, nos sentábamos todos a la mesa». La confesión de Josef Fritlz comienza con una descripción de su niñez y de su juventud, que estuvo marcada por la disciplina nazi y la ausencia de su padre. Con respecto a su madre, confiesa que era una mujer fuerte, dominante y la «mejor» del mundo. «Yo fui, de alguna manera, su esposo. Ella era la jefa y yo el único hombre en el hogar», relata Fritzl y admite que tuvo fantasías incestuosas con su madre, pero que logró superarlas gracias a la compañía de otras mujeres. Cuando los vecinos de Josef Fritlz descubrieron su doble vida, recordaron que el ingeniero electrónico de 73 años era autoritario y que había aterrorizado a su familia pública. En su confesión el «monstruo» dice que su comportamiento de adulto se debe a que fue educado en la época nazi. «Yo crecí en la época nazi, cuando el rigor y la disciplina eran muy importantes. Supongo que algo de eso se quedó para siempre en mi, pero de forma involuntaria», dijo Fritzl. «A pesar de eso, no soy una bestia como dice la prensa».

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