Diario de León

PRECIOS (Ida)

Valencia a la vuelta de la esquina

El AVE Madrid-Valencia acerca León al Mediterráneo y rebaja 25 minutos el trayecto a Alicante

El maquinista repasa la hoja de ruta.

El maquinista repasa la hoja de ruta.

León

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Desayuno en Atocha y a tiempo para encargar la paella al borde de la playa, en el Mediterráneo, en pleno Valencia. Después del café, si se quiere, regreso y a la hora de cenar de nuevo en casa. León-Valencia a mano. A la vuelta de la esquina. Ida y vuelta en el día. Más que nunca, el AVE vuela. Y las distancias dejan de serlo. Al menos en tiempo. Quedó claro ayer, en uno de los viajes de prueba de la nueva línea de alta velocidad Madrid-Valencia, que abrirá al público el día 19.

El AVE ha convertido aquella larga aventura de atravesar España en un atajo. Curiosamente, ahora el mayor tiempo es el que se emplea en el trayecto de León a Valladolid en el Alvia. Una hora y cuarenta minutos. Cuarenta más que los utilizados entre Valladolid y Madrid. Y de ahí a Valencia, otros noventa. Fin del viaje.

Si se cumplen las previsiones del Gobierno y la crisis no da al traste con la agenda de obras, en poco más un año la distancia será un suspiro. Está preparado para el 2012. Para entonces, con la línea de alta velocidad de León a Valladolid completada y el túnel entre Chamartín y Atocha abierto, tres horas y media de viaje separarán León de la playa de La Malvarrosa.

De entrada, viajar por el nuevo corredor del AVE permitirá ya desde el 19 de diciembre no sólo ir a pasar el día a Valencia sino que ahorrará 25 minutos entre León y Alicante.

El AVE está a examen. Los viajeros a prueba en una gira que Renfe llama de simulación comercial, ponen a cero instintivamente sus relojes y fotografían minuto a minuto el panel que marca en cada vagón la velocidad. A 297 kilómetros por hora, la foto ya no vale y se escucha un oh de decepción. Tiempos modernos. Atrás quedan aquellos viajes eternos que comenzaban de madrugada y acababan casi entrada la noche. Casi todo un día para ir a pasar quince a la orilla del Mediterráneo. Desde e l Noroeste al Este atravesando el sopor de la Mancha. Ahora, ida y vuelta en el día. Un tren que conecta varias comunidades casi como un cercanías.

A bordo del AVE se respira euforia. En la cabina, el maquinista, a los mandos de un tren desde 1984, alaba la audacia de la ingeniería. «Es una auténtica obra de arte», se extasía. No es para menos. La manera en que se concibió la vía ha permitido al tren pato ser nada torpe y batir varios récords. Para empezar, es el que circula a mayor velocidad media en todo el país y va la mayor parte del recorrido a 300 kilómetros hora, incluidos los túneles. Ayer, a 303. Su viaducto sobre el embalse de Contreras tiene otro récord, esta vez mundial: el mayor arco en obras ferroviarias de hormigón, con 260 metros de luz y 37 metros de altura sobre el agua. Desde la cabina, lo señala el maquinista. Impresiona circular sobre él. Y un túnel con nombre leonés, La Cabrera, es el más largo de la línea de alta velocidad. El tren se lanza sin frenar hacia sus 7.250 metros sin interrupciones. Un minuto y medio y el tren está ya afuera. Al fondo, el mar.

Renfe calcula que ese paisaje podrán verlo 2,8 millones de viajeros al año, que recorrerán el corredor del Mediterráneo en un tren de alta velocidad.

Ayer, en el AVE circulaban otros datos. Casi toda la línea tiene aceras para facilitar la evacuación de los pasajeros si fuera necesario. En los túneles, un refugio para 500 personas pemitiría esperar un rescate durante horas. Cada 400 metros, una puerta comunica con otro túnel. Y dentro, las vías han sido construidas en pequeña pendiente, de forma que un corte de suministro o cualquier otro incidente se solventa dejando caer el tren hasta la entrada.

Por las ventanas se sucede a velocidad de vértigo el paisaje de una España de Norte y Sur. Es la misma velocidad a la que va cambiando el clima. De los campos agrietados por la escarcha a la meseta descarnada, y del llano yermo a las encinas, madroños, alcornoques y, al fin, los suaves pinos mediterráneos y la albufera. De los cuatro grados bajo cero de León a los quince de Valencia, que allí les parece «fresquito». De la nieve al sol. Del frío invernal a un todavía plácido otoño que a los llegados del Norte les parece casi primavera. El viaje de un día.

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