Diario de León

El sastre del Titanic (I)

Dos niños en un bote. Cadáveres en el mar. El barco más lujoso del mundo, que se ha ido a pique. Y gritos de náufragos que se ahogan o mueren de frío en el agua. Así comienza esta historia real...

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Un relato de Carlos Fidalgo
León

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A Lolo y a Momom los subieron al Carpathia en una bolsa de lona. Un enjambre de cuerpos flotaba sobre el mar, a nueve millas de la costa de Terranova. Y las lanchas salvavidas del Titanic parecían espigas rotas, desperdigadas en la zona del naufragio.

Amanecía.

Los dos niños no eran conscientes de lo que había sucedido. A su alrededor, botes a medio ocupar o con cadáveres de pasajeros fallecidos de hipotermia se acercaban lentamente al Carpathia . Grandes bloques de hielo velaban a los muertos en la lejanía. Y la corriente arrastraba algunos cuerpos congelados de tripulantes y viajeros que no habían encontrado un hueco en las lanchas y se habían arrojado al agua.

Ajenos a todo, los dos hermanos comían bizcochos envueltos en mantas de lana y se reían a carcajadas cada vez que el perrito blanco que la hija de un banquero norteamericano había colado a bordo les lamía la cara.

«Luego jugaréis con él», les dijo la pasajera de primera clase Margaret Hays, acomodándoles en la lona. Y los pequeños disfrutaron tanto mientras los marineros del Carpathia izaban la bolsa con una polea y unos cabos que no echaron de menos al perro.

***

En la cubierta, y cogidos de la mano, a Lolo y a Momom les preguntaron por sus nombres, qué había sido de sus padres, y si les esperaba alguien en Nueva York. Pero los niños, que apenas tenían dos y cuatro años de edad y sólo hablaban malamente el francés, no entendieron lo que les decían aquellos hombres y se quedaron callados, abrigados en sus mantas de lana, mientras echaban en falta a su padre.

***

«Yo me haré cargo de ellos», se ofreció Margaret Hays, que había subido al Carpathia por una escala junto al resto de pasajeros del bote y todavía estaba conmocionada por los gritos que se habían escuchado en el mar durante los minutos posteriores al hundimiento. «Se lo prometí a su padre», añadió. Y el oficial que había hecho un último esfuerzo por entenderse con los niños asintió con la cabeza.

«Son suyos, señora».

Al día siguiente, Hays y los dos pequeños desembarcaban en Nueva York y los empleados de la White Star Line , la naviera del Titanic , rastreaban en el listado de pasajeros, descubrían que los niños eran hijos de Michel Hoffman, y comenzaban a buscar a su familia entre la comunidad judía de Francia.

De Tierra adentro y otros cuentos de naufragios , publicado en formato digital por Leer-e. ‘León al sol’ lo ofrece en 8 capítulos, los domingos hasta el 31 de agosto. Y en cuatrolunas-carlosfidalgo@blogspot.com.es  y pablojcasal@blogspot.com.es. 

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