Diario de León

LA OTRA ULE

Trabajos sensacionales en el campus de León

Desarrollan una labor fundamental para el día a día de la Universidad, aunque son unos completos desconocidos

Juan José Robles

Juan José Robles

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A. CALVO | LEÓN
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Sus profesiones son desconocidas, su trabajo pasa desapercibido para estudiantes y profesores y sólo se dan cuenta de su trabajo cuando se topan de frente con ellos. Son técnicos que viajan de facultad en facultad, escondidos tras su bata, que preparan el trabajo para que los alumnos puedan hacer sus prácticas e iniciar su aprendizaje o realizan las gestiones burocráticas que después les dan la mayor alegría. Son ángeles custodios del buen funcionamiento de la Universidad de León y de gran parte de sus valiosas colecciones, las que se han ido creando curso tras curso o pieza tras pieza. Ellos sobreviven, aunque algunas de estas profesiones singulares han ido desapareciendo, como el montador de huesos de la facultad de Veterinaria, y a falta de trabajadores con nombres rimbombantes o engolados términos, los técnicos o el personal laboral de las universidades son garantes del funcionamiento de las instituciones y en la Universidad de León no podía ser menos.

La bibliotecaria de las plantas. Habla con pasión de su trabajo y nunca deja de trabajar, ni cuando sale de paseo al campo. Elena de Paz Canuria trabaja como técnica en el Herbario de la Facultad de Biología y es la responsable de más de 135.000 pliegos con plantas «secas y prensadas», como insiste en matizar, ya que éste es el proceso, tras una congelación previa, que garantiza que las muestras no son portadoras ni de insectos ni de ningún tipo de contaminación. «Yo comparo este herbario con una gran biblioteca, pero de plantas», explica antes de entrar a la cámara en la que, ciertamente y a modo de biblioteca, están conservados a una temperatura de entre cuatro y seis grados y con una humedad de entre el 60 y el 70% los ejemplares que ella no sólo custodia, si no que también monta. Cuidadosamente coloca cada una de las plantas que llegan, o que ella misma recoge, correctamente en los pliegos de papel, bien extendidas para que puedan ser analizadas y observadas, coloca correctamente las etiquetas y vigila que cuenten con la referencia y la identificación internacional. Elena pasa la mayor parte del tiempo sola, pero es conocedora de la importancia de su trabajo: «Este herbario es importante a nivel nacional y es un organismo vivo, que trabaja y cambia todos los días y que me permite trabajar en todos los campos, además de que es muy importante para la investigación», concreta esta apasionada de las plantas que nunca se olvida de su lápiz, su libreta y su saco cuando sale al monte.

El señor de los títulos. Es incansable. Contesta al teléfono mientras sigue preparando un expediente, con las tijeras en la mano y analizando toda la documentación. Sabe que su trabajo es rutinario y burocrático, pero todos los días se lleva una alegría. «La parte más agradable de este trabajo es cuando el alumnos viene a recoger el resultado de su esfuerzo», explica Juan Carlos Ayala, gestor técnico del área de Títulos de la Universidad de León. Por sus manos pasan los expedientes que demuestran las horas de estudio de los alumnos y él es quien, con toda la satisfacción, hace firmar a los ya ex universitarios el título en el que se indica que han conseguido acabar su grado, se lo guarda en su gran carpeta verde y les ve salir con una sonrisa, pendientes del futuro al que tendrán que enfrentarse. A caballo entre el Rey Juan Carlos I y el Rey Felipe VI están aún algunos títulos en la Universidad, ya que muchos también olvidan pasar a recogerlos. Analiza que el expediente de cada alumno esté completo y correctamente cumplimentado, recorta su DNI y, por último, comprueba que esté «el importante documento de pago de los derechos de expedición». Le adjudica un registro «y cuando hay un lote, se envían a Madrid para que se validen». Su trabajo se ha ido complicando con el aumento de títulos, de másteres, de grados, de ciclos... «unos siete mil al año». Pero esa gestión burocrática está segura y garantizada con el equipo de Títulos, que además siempre tiene en mente «la sonrisa con la que salen los jóvenes de aquí».

Desde la sala de necrópsias. Jaime Reyero ya se ha acostumbrado al olor, pero se ha encontrado a algunos alumnos que se marean cuando entran a la sala en la que trabaja. Lleva 19 años en la Universidad de León trabajando como técnico de necrópsias, es decir, preparando los cadáveres de los animales en la Facultad de Veterinaria para que los estudiantes puedan trabajar con ellos y aprender. Cada año trabaja con unos 700 animales muertos y después de tantos años ya no le disgusta su trabajo, «aunque al principio me costó acostumbrarme un poco, aunque venía de trabajar en el matadero». «Yo estoy solo contra el resto, pero lo que más me gusta de mi trabajo es ver aprender a los futuros veterinarios», comenta. Jaime Reyero es consciente de los riesgos que implica su puesto y eso es lo que más le disgusta de su empleo: «Tomo todas las precauciones, mascarillas, monos guantes,, la campana para los procesos de muestras, todo, porque lo más peligroso es el contagio de cualquier zoonosis, enfermedades que puedan transmitir los animales», comenta tras explicar que también realizan otros trabajos como las necrópsias de osos o de las vacas locas.

Vigilando los residuos tóxicos. Recorre las facultades con su bata y, dentro de su bolsillo, las pegatinas para diferenciar y etiquetar los diferentes residuos tóxicos y peligrosos que se generan en los laboratorios como consecuencia de las investigaciones o las prácticas de los estudiantes. Su trabajo es velar porque se cumpla la normativa en la materia y es el encargado de la burocracia al respecto. Juan José Robles es el único técnico en gestión de residuos de la Universidad de León y va desde el Instituto de Tecnología de los Alimentos al Inbiotec, pasando por Veterinaria o Biología. Él se encarga de etiquetar los restos sanitarios como las placas de cultivos, los guantes o las gasas de las disoluciones ácidas, halogenadas o cualquier residuo que se genere. «Me gusta la independencia que tengo en mi trabajo, yo me organizo, pero si pudiera volver atrás ahora mismo haría una carrera, algo que estuviera mejor valorado», comenta mientras sale del almacén en donde guarda los restos tóxicos y peligrosos, preparados para que sean transportados a su lugar correcto.

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