Diario de León

LOS EFECTOS DE LOS RECORTES

Casi dos años en espera para que le quiten el dolor

Una leonesa derivada a la Unidad del Dolor desde febrero de 2014 está aún pendiente de que le instalen el neuroestimulador

La mujer de 60 años, en su vivienda, donde pasa la mayor parte de los días

La mujer de 60 años, en su vivienda, donde pasa la mayor parte de los días

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A. CALVO | LEÓN
León

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Le cuesta trabajo levantarse y sentarse en el sofá. Sufre con cada movimiento y sólo se siente un poco aliviada cuando está en la cama. Necesita muletas o un andador para desplazarse, toma casi una decena de pastillas al día y se pone parches para aliviar el dolor. Pero nada es efectivo. En 2009, cuando la operaron por primera vez de la espalda, comenzó el calvario de esta leonesa de 60 años. El primer medio año tras la intervención fue muy bien, pero luego comenzaron los dolores y un rosario de operaciones que no han logrado paliar su situación. Tanto es así, que en febrero del año pasado fue derivada a la Unidad del Dolor del Hospital de León y, desde entonces, está esperando a que la llamen para que le coloquen un neuroestimulador «un aparato similar a un marcapasos», como ella misma explica, que emite pequeñas descargas sobre el nervio de forma que lo adormece con lo que «la sensación de dolor no es tan intensa».

Tras un año y medio de espera y «desesperadas», ella y su hija interpusieron una reclamación en el Hospital de León dirigida al gerente, Juan Luis Burón, en la que se detallaba su historia y la situación en la que se encontraba. Pocos días después recibieron la contestación en la que les indicaban que en el momento en el que se pudiera llevar a cabo la intervención, se haría. Sin fechas y sin justificaciones o motivos. De momento, esta familia sigue a la espera aunque no descarta «poner una denuncia o una demanda judicial, porque mi madre necesita una solución ya».

«Tengo muchísimos dolores que me bajan por la pierna derecha y el pie izquierdo también está mal», precisa la mujer mientras muestra su zapato del que sale una sujeción que le llega hasta la rodilla y que le aporta un poco de estabilidad. Desde que la operaron «no hay manera», su días pasan entre las cuatro paredes de su casa y la mayor parte de ellos, tras desayunar, regresa a la cama. Los días en los que va a cambiar el tiempo está «rabiada» porque sus dolores aumentan. «Puedes vivir coja, de cualquier manera, pero no así. Los dolores son horribles, te levantas con dolor, te acuestas con dolor y como trajines un poco, más dolor», precisa, para añadir que no cuenta con una gran pensión para pagarse un tratamiento privado.

El martes fueron al médico y les indicaron que su situación sigue igual. Que no hay fecha. «Te ponen en lista de espera, pero el tiempo va pasando y te desesperas», comenta la hija de esta mujer afectada por el intenso dolor quien añade que nadie les has explicado el motivo de porqué su situación se dilata en el tiempo, salvo su suposición de que hay operaciones que tienen prioridad ante su caso o que no hay quirófanos libres.

«Sé que no me van a quitar lo que tengo, porque me dicen que tengo los nervios punzados, pero por lo menos, yo necesito, algo que me alivie este sufrimiento, algo que mejore mi calidad de vida, porque ahora no puedo hacer nada», lamenta. Su familia y sus amistades la animan a salir de casa para que, al menos, mejore su estado de ánimo, y aunque tiene citas los martes para tomar un café con sus amigas y los viernes para desayunar, la mayoría de los días no va y se queda en la cama esperando a que se le pase el sufrimiento. Sintiendo como el dolor recorre su cuerpo y como su cabeza está pendiente, tan sólo, de un neuroestimulador.

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