Diario de León

TRECE AÑOS DE LA GRAN TRAGEDIA AÉREA DEL EJÉRCITO

«Sé que ya no habrá justicia, pero se trata del amor propio de una madre»

Las familias de los tres leoneses fallecidos en el Yak-42 reciben como una victoria moral la culpabilidad de Defensa.

chema moya/EFE

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A. G. puente | redacción

Dieciocho meses tuvo que aguardar la familia Piñán del Blanco para que los restos de su hijo, el capitán Jesús Mariano, llegaran a casa. Su caso fue un calvario para los suyos desde que se enteraron de que el cuerpo había sido intercambiado por el de otro de los militares fallecidos en el accidente del Yak-42 el 26 de mayo de 2003. Regresaba a España, junto con sus compañeros, de una misión en Afganistán. Perdieron la vida 62 miembros del Ejército. Con raíces maternas y paternas en Polvoredo (municipio de Burón), el oficial —nacido en Gijón— pudo finalmente recibir sepultura en el pueblo de sus progenitores.

Precisamente allí fue donde ayer su madre, Rosario, de vacaciones de Navidad, se enteró de que el Consejo de Estado responsabiliza al Ministerio de Defensa del siniestro ocurrido en Turquía. Un reconocimiento, que por vez primera, pone nombre y apellidos a culpables a través del dictamen emitido.

Llega tarde para la justicia, agotada ya la vía penal, tampoco habrá más indemnizaciones, pero para las familias es una victoria moral. Con rabia y emoción apenas contenida, Rosario del Blanco aseguró: «Ya era hora de que paguen los culpables. Ya no habrá justicia, pero es más el amor propio de una madre», en referencia a que, por fin, el Estado ponga el foco sobre los responsables de una forma definitiva.

Con voz entrecortada, pero firme, la madre del capitán Piñán del Blanco lamentó que «los sinvergüenzas sigan en la calle» y con pesadumbre se entristeció aún más al constatar que es «una pena que no se recuerde más este caso y no haya más memoria para las injusticias».

Y al hablar del ministro de Defensa en el momento del accidente del Yak-42, Federico Trillo, su nivel de rabia se disparó. «No nos recibió, no nos escuchó nunca; es un verdadero sinvergüenza». No comprende, y además se indigna al recordarlo, cómo es posible que Rajoy le nombrara embajador de España en Gran Bretaña. «Encima en los mítines todavía hay gente que le aplaude cuando explica que muchos le culpan de aquellas muertes y se exculpa en todo momento». En ese instante, Rosario ya no puede contener más la rabia ni la emoción.

El accidente de aquel lluvioso 26 de mayo de 2003 en Turquía pudo haberse evitado, así lo constata el dictamen del Consejo de Estado, si los responsables de Defensa «hubieran cumplido con su deber de velar por las condiciones en que viajaban los soldados». Apunta que deberían haber ponderado «el especial riesgo concurrente en el transporte de tropas en que se produjo el accidente... Pudieron ser advertidas circunstancias que habrían llamado a la adopción de medidas que pudieran haber despejado el riesgo que se corría».

Otros dos leoneses viajaban en aquel avión. El brigada Francisco Moro Aller, natural de Valdesogo de Arriba (Villaturiel), y el cabo Javier Gómez de la Mano, de Trobajo del Camino. Los familiares del primero prefieren «pasar página y no volver a remover el tema» tras conocer el dictamen del Consejo de Estado. Dejó viuda y dos hijos en Zaragoza, uno de ellos será pronto teniente.

Tampoco la madre del cabo del Ejército del Aire, a punto de pedir matrimonio a su novia cuando ocurrió el siniestro, quiso ayer valorar la noticia que todos esperaban. Los restos de su hijo engrosan los casos de los reconocidos correctamente desde el primer momento, aunque la familia recibió objetos personales que no pertenecían a Javier Gómez. Defensa les entregó la cámara de fotos de uno de los pilotos ucranianos del Yak-42. La hermana contó que se dieron cuenta al revelar el carrete que había en el interior. «Sentí una desesperación total».

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