Diario de León

Calvario económico y judicial

Un juez obliga a Banco Ceiss a devolver sus ahorros a una familia con graves dependencias y discapacidades que perdió más del 96% de sus ahorros con las participaciones preferentes y los canjes posteriores en los que confiaron.

El padre de familia, con la sentencia que les reconoce la devolución de sus ahorros.

El padre de familia, con la sentencia que les reconoce la devolución de sus ahorros.

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maría j. muñiz | león

La rueda de las demandas, sentencias, recursos, análisis y argumentos bancarios desmontados por los jueces gira cada vez a mayor velocidad. El número de afectados que entra en la vía judicial engorda también sin parar. Los argumentos jurídicos mantienen esquemas parecidos, pero los dramas personales que esconden tienen tantas aristas diferentes como vidas afectan. Algunas especialmente hirientes. Son la cara más amarga, aunque como en este caso tengan un final feliz (si se puede llamar así a terminar una travesía de sinsabores, disgustos e incertidumbres), de la pugna contra los abusos bancarios. También la más inexplicable. Porque no todos los casos son iguales.

El Juzgado de Primera Instancia Número 4 de León ha dictado sentencia sobre uno de los casos que más ha impactado a quienes defienden la causa de los afectados. Condena a Banco Ceiss a devolver la totalidad más los intereses de lo invertido por una familia en participaciones preferentes. Una familia que aceptó también el canje de Unicaja Banco (y con él firmó ante notario que renunciaba a acciones judiciales contra las entidades). Una familia que, tras confiar una y otra vez en quienes les asesoraban desde la antigua caja de ahorros, acabó poniendo el caso en manos de un despacho de abogados.

CIRCUNSTANCIAS

Hasta ahí, el patrón es general. Pero la propia sentencia incide en las «especiales circunstancias del caso». La familia prefiere no desvelar su identidad. Como en muchos otros casos, temen tanto que se les señale como que se comente el modesto patrimonio que han ido amasando durante décadas. Precisamente por sus «especiales circunstancias». «A ver si ahora nos vuelven a quitar el dinero por contarlo», comentan temerosos. Ni los nombres ni las cifras son lo relevante del caso.

Sí lo son, efectivamente, sus peculiaridades personales. Un matrimonio de octogenarios que arrastran desde hace años graves enfermedades calificadas oficialmente. Y un descendiente con una elevada discapacidad desde su nacimiento y cuya atención cuando falten sus padres depende en buena parte de un patrimonio arañado día a día durante 50 años, y que se desvaneció de repente.

Como en buena parte de los casos, el desembarco de los ahorros familiares en las participaciones preferentes fue una recomendación del empleado de la caja que durante años había gestionado los asuntos de la familia, y los plazos fijos con los que intentaban rentabilizar su patrimonio. Lo ratifica la sentencia, pero en una charla sobre el nivel de estudios, formación y situación familiar resulta evidente que estos afectados estaban muy lejos del perfil de riesgo que se supone para estas herramientas financieras. Como en tantos casos, les aseguraron que no había riesgos pero sí mayores rentabilidades, y confiaron en el consejo profesional.

En mayo de 2013 la entidad les comunicó que sus ahorros se habían convertido en bonos de Banco Ceiss, por una cantidad que suponía la pérdida, de golpe, de algo más de un 60% del patrimonio que tenían ahorrado. En diciembre de ese año lo canjearon por bonos de Unicaja, por un valor de menos del 4% del total del capital que habían invertido inicialmente. Con la promesa, una vez más, de verlo crecer cuando la participación saliera a bolsa (un proceso a día de hoy retrasado).

EL CALVARIO

Su discurso histórico se traduce de manera más sencilla. Hace casi cuatro años les comunicaron que sus ahorros de toda la vida, y la parte de estabilidad que podía heredar su hijo, se habían volatilizado. Preguntas y más preguntas, y una única respuesta: firmar otro documento («no sé, estaba todo impreso en un papel, no lo habían hecho ellos. Nos llevaron al piso de arriba a firmar ante el notario»). Con una nueva promesa: «Nos dijeron que al firmar eso perdíamos un 30% de lo invertido, pero recuperábamos el resto. Fuimos de cabeza. En aquel momento, a recuperar el máximo que pudiéramos».

Tampoco se cumplió el compromiso. Finalmente, a través de la plataforma de afectados, decidieron demandar. No era ni mucho menos su intención. De hecho, el padre de familia se puso en contacto con los directivos de la caja para explicarles su situación personal. «Les pedí que me devolvieran lo que buenamente pudieran. Les insistí en que no tenía intención de causar ningún perjuicio a la caja». Eso consta por escrito.

Ahora el juez les da la razón y les restituye todo lo invertido. «Yo hasta que no lo vea ingresado en la cuenta, no lo creo».

¿Cómo se pagan los disgustos, las enfermedades, las incertidumbres, las noches sin dormir?

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