Diario de León

«Cómo no voy a estar en el censo, mira bien el justificante de pago»

Colas de dos horas, dos censos y trabas para identificar a los votantes marcaron la jornada.

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León

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El desvirgue de la democracia interna en el PP de Castilla y León dejó ayer un rosario de frustración entre los afiliados leoneses, que ni lo disfrutaron, ni lo sintieron, ni mucho menos vieron cumplidas sus expectativas; al menos para aquellos que no aprovecharon a ejecutar su venganza o su traición . El acto se resolvió con más tono de sainete que de épica, más cercano a «La escopeta nacional» que al «Disputado voto del señor Cayo», durante la tarde en las que los populares de León experimentaron la sensación de que su voz serviría por primera vez para decidir los designios de la formación. Nada de lo que quedó al final de las cuatro horas de carreras, gritos, colas interminables y justificantes de pago bancario, que convirtieron la posibilidad de votar en una lucha contra los elementos más ardua que darse de baja de una compañía telefónica.

Ni siquiera estaba preparada la mesa electoral, a la que la presidenta, la senadora Esther Muñoz llegó con retraso después de que la avisaran de que tenía que estar. No fue lo único que faltó. Las hojas del censo se convirtieron en un secreto que Luis Aznar guardó durante buena tarde con el argumento de la ley de protección de datos, mientras los afiliados se volvían locos a hacer colas de hasta dos horas y media para luego encontrarse delante de la urna con el carné y la respuesta de que no estaban en la lista. «Cómo no voy a estar, mira bien el justificante de pago», fue la frase más repetida durante buena parte de la tarde, lo que hacía que los afectados tuvieran que peregrinar hasta el despacho de la gerente para allí cotejar, en otro censo distinto, que figuraban en la lista de inscritos y que les hicieran una marca. No les sirvió a muchos, que acabaron por pedir un notario para dejar constancia de su situación. Menos perseverantes, otros acabaron por desistir. «Desde el 81 que somos afiliados y ahora no nos dejan votar», se quejaba una pareja de mayores, mientras el presidente provincial, Eduardo Fernández, se encargaba de dramatizar el mensaje de la «sensación de agravio territorial», pese a su responsabilidad en el caos orgánico. «No estamos preparados para esto», se lamentaban, sin sospechar que había quién sí lo estaba.

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