Diario de León

LEÓN ■ ANÁLISIS

El declive de los sindicatos en León

«Lo predijo Walter Benjamin en Capitalismo como religión. Todos los días serán fiesta y todos sus fieles se sentirán culpables. No hay perdón posible». Esta reflexión, del secretario provincial de Comisiones Obreras, Josepe Vega, da una idea de hacia dónde quieren encaminarse los llamados sindicatos de clase, unas organizaciones que, aparentemente, y en gran parte debido a la crisis, han perdido gran parte de la influencia que tuvieron en España

Publicado por
CRISTINA FANJUL / DIARIO DE LEÓN
León

Creado:

Actualizado:

Enrique Reguero , secretario provincial de UGT, y el responsable de CCOO en León,  Xosepe Vega , buscan una explicación de cuál es el sentido actual de las centrales sindicales y cuál debe ser su futuro, dos ideas que, aunque simples en su enunciado, no lo son tanto. De hecho, numerosos académicos no han tenido empacho en mostrar su incertidumbre al hablar sobre este concepto.

Uno de los que más claro se ha mostrado es el profesor Luis Buendía , experto en el sindicalismo nórdico. El investigador, que acaba de publicar la obra ¿Es exportable el modelo nórdico? Las ideas clave de Kalecki y Myrdal , incide en que la reducción en las tasas de sindicalización son similares en toda Europa.

«En Suecia, sin ir más lejos, ha ido disminuyendo desde los años 90 y ningún país es capaz de frenar esta sangría». Buendía añade que las reformas económicas aprobadas están entre los caballos de batalla de los sindicatos.

—¿Cómo podríamos cambiar esa tendencia?

—Cambiando el contexto. Pero el problema es que las desigualdades siguen aumentando y los sindicatos no parecen ser capaces de cambiar esa tendencia. Las desigualdades siguen aumentando de día en día.

Luis Buendía argumenta que los sindicatos se enfrentan a un escenario diferente, que les ha obligado a cambiar el paso, al tiempo que considera que «un futuro sin ellos es difícil».

El problema es que las desigualdades siguen aumentando y los sindicatos no parecen ser capaces de cambiar esa tendencia

Enrique Reguero, secretario provincial de UGT, lo tiene claro: «Tenemos un sistema industrial y de servicios atomizado en el que cada vez hay menos trabajadores. ¿Perdemos fuerza? Claro. Los comités que antes tenían nueve delegados, ahora tienen uno».

El secretario general adjunto de la Fele, Enrique Suárez, enfatiza que los sindicatos deberían adaptarse a las nuevas realidades económicas y sociales. «La dura crisis ha provocado una transformación de todas las estructuras y sistemas organizativos en nuevos modelos asociativos dinámicos y flexibles a los cambios», explica. Suárez Santos cita como variables para el cambio los cambios tecnológicos, la globalización o la necesaria intervención en complejos y diversos ámbitos de actuación y defiende que todo ello da lugar a nuevos tipos de conflictos y necesidades que justifican una «participación sindical cada vez más preparada y cualificada».

Por otro lado, considera que la mayor dificultad es conseguir el relevo generacional y la afiliación sindical juvenil. «Ese es uno de los retos a los que tendrán que enfrentarse», augura.

Uno de los retos a los que tendrán que enfrentarse los sindicatos es el relevo generacional

¿Y ellos?

Tres horas de conversación dan para mucho, también para saldar deudas, o para hacer constricción de conciencia, o para poner las traviesas del nuevo ferrocarril sindical, ahora que parece que el actual naufraga o, como ellos prefieren decir, ahora que «determinadas poderes prefieren hablar del fin de la representación dual».

Las cifras que ofrecen no les dejan en mal lugar. Subrayan que en León hay 2.450 representantes de los trabajadores, de los cuales 792 pertenecen a UGT y 893 a Comisiones Obreras. El resto del ‘parlamento’ se lo reparten USO (177), Csif (180) y CGT, que cuenta con 22. Es decir, a pesar de que insisten que en que la ‘opinión publicada’ no les es favorable, cuentan con el 70% de la representatividad. No ocurre lo mismo con las tasas de afiliación, que se han reducido con la crisis. A finales de 2017, CC OO tenía diez mil afilados, dos mil menos que al comienzo de la crisis, mientras que UGT, que en 2008 acogía 17.000 afiliados, tiene a día de hoy 11.964. «Lo radical es que en León hay más altas que bajas», aseguran, al tiempo que enfatizan que en la Unión General de Trabajadores se produjeron 362 altas y 274 bajas.

En León hay 2.450 representantes de los trabajadores, de los cuales 792 pertenecen a UGT y 893 a Comisiones Obreras

—¿Por qué a finales de los setenta, con los sindicalistas en la clandestinidad, cuando no en la cárcel se lograron las mayores conquistas y ahora todo parece dormido? ¿Dónde está su iniciativa?

—En los años 70 estaba todo por conseguir, defiende Xosepe Vega, que coloca parte de la responsabilidad de lo que ocurre en los trabajadores: «Tienen demasiada confianza en que sus derechos están garantizados por la ley». Vega echa mano de la filosofía de la economía y acude a Bruno Trentín, autor de La ciudad del trabajo. «Él defendía que la lucha sindical era una lucha por la democracia», un concepto que, a su juicio, no existe en los centros de trabajo. «Vivimos un paradigma: el talento no se tiene en cuenta. Lo importante son las jerarquías, lo importante es mandar y los trabajadores aceptan esos comportamientos y los repiten en los espacios sociales. Por eso, en los setenta triunfaban los sindicatos, porque todo estaba por hacer. Ahora está todo por desenmascarar». Josepe Vega recoge las ideas que Walter Benjamin expuso en la obra Capitalismo como religión y lamenta que la profecía se haya cumplido. «El trabajo se ha convertido en la nueva religión. La diferencia es que no hay días festivos, ni esperanza», sostiene el secretario provincial de CCOO, que añade que es un sistema que genera desesperación y soledad.

El trabajo se ha convertido en la nueva religión. La diferencia es que no hay días festivos, ni esperanza

Enrique Regero cree que en los setenta la colectividad era importante. «Los trabajadores se reunían para recuperar espacios a la dictadura», explica. Advierte además de que los trabajadores han entrado en el juego del consumismo, de la competitividad, un comportamiento que logra «arrancar» derechos a la clase trabajadora. Sin embargo, ve con esperanza el futuro, en el que convierte en protagonistas a de la nueva estructura de lucha a las mujeres y los jóvenes. «Tienen mucho que decir, como los pensionistas».

Además, ambos coinciden en que los sindicatos de clase tienen una importancia radical en las pequeñas empresas. «Es más fácil presentarse en una gran empresa que en una pyme. Por eso somos tan necesarios, porque lo que hacemos nosotros es sindicalismo de hormigón».

Autónomos

Hacen autocrítica y reconocen que el sistema representativo no se ha acomodado al nuevo tipo de empresas. «Hay muchos autónomos que no son más que empleados de las grandes marcas, como los dueños de los bares. Se dedican a vender los productos de las compañías, pero asumen todos los riesgos y carecen de contrato de trabajo», denuncian. Y es que para ellos esa realidad hay que reconocerla por los sindicatos confederales.

Por eso, meditan su papel en las huelgas generales y reflexionan acerca de cómo deberían defenderse los derechos de los trabajadores. «Puede que a partir de ahora tengamos que defender que los autónomos abran durante las huelgas, que los únicos que paren sean los trabajadores de las grandes empresas», reflexionan.

Puede que a partir de ahora tengamos que defender que los autónomos abran durante las huelgas

—¿Un cambio de 180 grados?

—Podría ser, podría ser...

Conscientes de que la ‘mala prensa’ les ha acompañado desde el principio de la crisis, rechazan ciertas ideas que han corrido por los bares. «No es cierto que cobremos en los Eres. ¿De dónde salió eso?» pero dejan claro que la Constitución debería modificar el papel de los sindicatos. «Si la Constitución dijera que los sindicatos deben proteger (sólo) a sus afiliados, todo cambiaría, pero no interesa porque eso supondría que únicamente defenderíamos a los miembros. ¿Quién pagaría entonces la negociación colectiva en este país?, se preguntan al tiempo que reivindican su papel nuclear: «Somos la última barrera».

—¿Frente a qué?

Enrique Reguero —Frente al neoliberalismo absoluto.

—¿Algún fallo habrán cometido?

E.R. —Reaccionamos tarde. Cuando comenzaron a oírse los tambores de la crisis, deberíamos habernos puesto en guardia y no lo hicimos.

—¿Cuál ha sido el peor efecto de la reforma laboral?

Xosepe Vega —En los últimos diez años, los trabajadores con los niveles de salarios más bajos han visto que su retribución se reducía un 22%.

En los últimos

diez años, los trabajadores con los niveles de salarios más bajos han visto que su retribución se reducía un 22%.

—¿El mercado regula?

X.V. —No. Eso no es mercado. Lo que ha ocurrido en España tiene una intencionalidad política. Con la reforma laboral nos recuerdan que esas personas son las que menos se merecen, y para demostrarlo reconfiguran un modelo de sociedad que se estratifica con parámetros que se habían olvidado.

—¿Y que va a ocurrir con los funcionarios?

E.R. —El futuro del funcionariado en nuestra provincia es tan triste y trágico como el del resto. A menos población, menos servicios serán necesarios y menos servidores públicos habrá Hay que buscar un funcionariado más útil, hay que cambiar el paradigma. Fuimos nosotros los que pusimos sobre la mesa en el Estatuto Básico del Empleado Público la valoración del desempeño. Ningún gobierno ha desarrollado esta iniciativa.

Ranas sindicales

Tanto el responsable de UGT como el de CC OO reconocen que los presuntos casos de corrupción en los que se vieron implicados algunos de los miembros de sus sindicatos han hecho mella en la percepción que la sociedad tiene de ellos. «Nos ha perjudicado mucho, si bien yo creo que los trabajadores sí deben formar parte de los consejos de administración, no sólo de los bancos, sino de todas las empresas», defiende Reguero. A su juicio, el problema es que algunos sindicalistas no jugaron el papel que se les había conferido, el de la defensa de los derechos laborales. «Nos salieron rana», lamenta. Enrique Reguero subraya además que hubo consejeros que «camparon a sus anchas y utilizaron las siglas de UGT para hacer cosas que no deberían haber ocurrido», denuncia.

Josepe Vega añade que ha faltado control pero considera que parte de la culpa la tiene una política de comunicación errada. «Nuestras estructuras habían experimentado un crecimiento tan fuerte que las estructuras no se habían acomodado a la realidad», sostiene. «La organización permitía recovecos por las estructuras sectoriales, muy fraccionadas», añade para asegurar que el sindicalismo sectorial no tiene nada que ver con el confederal.

La organización permitía recovecos por las estructuras sectoriales, muy fraccionadas

—¿Se han convertido los sindicatos en Reinos de taifas?

X.V. —Por supuesto. Hay organizaciones que dicen cosas con las que otros no pasamos. Cuando quieres ser democrático, hay ocasiones en las que los tiempos son más lentos de lo que se necesita.

—¿Estos casos, que todo el mundo conoce, fueron una lógica repetida o casos excrementales?

E.R—En una organización tan grande, se debería haber tenido en cuenta que esto podía pasar.

—¿No sabían entonces que estaba pasando? Porque era vox populi.

X.V.—Cuando salió lo de las tarjetas black, estábamos escandalizados. Recuerdo a un compañero que decía que él ponía la mano en el fuego. Al día siguiente, aparecieron los gastos.

—Vamos, que les pasó como a Esperanza Aguirre y fallaron in vigilando

Los dos. —Sí.

—¿Y su coqueteo con el poder?

XV. —Efectivamente. Hubo una persona que hace poquito tuvo las santas narices de decir que las pensiones estaban garantizadas. En esa persona se estaba produciéndose un viraje de esa persona y la consecuencia fue que se le echó. La democracia funcionó hasta para eso.

—¿Les ha cooptado el poder?

—Hay una idea fundamental en todo esto que rara vez secuenta porque no es popular. La Constitución nos da el valor de representación en la defensa de la clase trabajadora y a nivel institucional. Estamos condenados a entendernos con el Gobierno de turno. Esa es una obligación y no quiere decir que haya pasteleo, porque llegamos hasta dónde debemos llegar, pero debemos avanzar. No estamos al lado del poder. Somos muchos los que no traspasamos las lineas rojas.

tracking