Diario de León

OBITUARIO

Querido Tomé

JAVIER TOMÉ / Escritor, investigador y columnista del Diario de León

Javier Tomé durante la presentación de uno de sus libros. PATRICIA CAZÓN

Javier Tomé durante la presentación de uno de sus libros. PATRICIA CAZÓN

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SUSANA VERGARA PEDREIRA | LEÓN
León

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Tenía esa costumbre tan de colegio de chicos de llamarte siempre por el apellido. En justa correspondencia, él siempre fue Tomé. A secas. Incluso en casa. Con mayúscula. Javier Tomé ha vivido siempre como le dio la real gana. Fue un hombre libre. En sus pensamientos y en sus afectos. Quizá porque, lector empedernido, repetía siempre aquella máxima de los caballeros ingleses de otro siglo: «Nunca te justifiques y no vivas dando explicaciones». Él lo cumplió a rajatabla.

Columnista del Diario de León, historiador y escritor, ha sido un apasionado de la Historia con mayúsculas y de las pequeñas historias que conforman la vida de los hombres, un divulgador excepcional de la vida cotidiana de León, especialmente de la ciudad en la que nació, vivió y tanto glosó. Le gustaba contar la vida a través de pequeñas anécdotas y su análisis sobre la condición humana fue siempre certero. Tenía una fina ironía y un gusto refinado por el humor negro. No se le ha conocido más oficio que el de escritor, al que se lanzó en su adolescencia, harto, decía, de trabajar de administrativo en un taller mecánico de la calle Fernández Ladreda en el que, en realidad, apenas había durado unos meses, que se le hicieron eternos. «Nací para escribir, no sé hacer otra cosa», solía decir. Lo hizo muy bien.

Su despacho, con vistas al paseo de la Condesa de Sagasta —en la casa con entrada de carruajes que su abuelo, republicano, propietario y ateo, levantó frente a San Marcos para ver todos los días de su vida la cárcel en la que estuvo preso por pertenecer al Socorro Rojo y auxiliar a las viudas y huérfanos de los represaliados de la Guerra Civil—, era un caos de papeles perfectamente organizados. La mesa de la cocina, sin descripción. Y el desván de su casa, un museo de artículos y fotografías históricas propio de un gran coleccionista, aunque sus mejores piezas las guardaba en una vieja maleta, debajo de una cama. Era una delicia trabajar con él. Deteniéndose siempre en la historia pequeña de la gente, siempre atento a las personas. Juntos nos leímos la Hemeroteca del Diario de León. Completa. Seis meses de análisis de todo lo escrito desde febrero de 1906 y hubieran sido muchos más, toda una vida, si no pactamos dejar de comentar las noticias que escudriñábamos. De ahí salió un trabajo formidable en forma de tres libros, El siglo de León , y una publicación excepcional, 100 años del Diario de León .

Autor de más de 70 libros, ha publicado, entre otros muchos títulos Un país sorprendente , Viaje por el Camino de la Lengua Castellana , 52 semanas en Castilla y León , Caminos de Cultura , El crimen de Isabel Carrasco , León insólito , León tabernario, La Cueva de Valporquero , un exhaustivo trabajo sobre el Callejero de León ... Fue durante años autor de cabecera en Turespaña y sedujo a los editores de National Geographic.

Se ha ido con las fotografías en un bolsillo de la gente a la que tanto ha amado, por encima de todo a su mujer Encarna y su hija Virginia, y de sus lugares pisados, la playa de San Lorenzo, de la que era asiduo en la escalerilla número 8, y de La Condesa, por donde era difícil no encontrártelo. Ha querido como a un hijo a Iñaki, el único que en estos tres días en los que se ha precipitado un final rapidísimo e inesperado, consiguió sacarlo de casa y llevarlo a un hospital.

Porque era testarudo, un cabezota. Sí. Metódico y coqueto, tenía una sensibilidad especial y una dulzura única con los niños. Adoraba el sol, los animales —especialmente sus gatos—, las canciones de Alaska y el tabaco. Él, que odiaba los infumables. Casi tanto como la Navidad. Este año, quizá menos. Porque este año llegó a su vida Pablo, su nieto, al que pensaba hacer del Real Madrid.

Javier Tomé (León 1956-2018) ha muerto ayer de madrugada. Algo se torció en el pronóstico y tratamiento del tumor que padecía desde hace sólo un año. Jamás perdió el humor ni su fortaleza. Conservó el ánimo hasta el final. «Dos o tres días, que tengo mucho que escribir», les dijo a los médicos cuando quedó ingresado en el Monte San Isidro. Extendió su oficina a la cama del hospital.

Se ha ido trabajando. El domingo, en la Revista del Diario de León, el periódico ha publicado su último reportaje, un artículo sobre la musicoterapia en el Hospital de León, y su columna habitual, En blanco . Ha dejado un libro inconcluso y una obra sobre la provincia de León a título póstumo.

Se ha marchado leyendo el Diario de León. Ha partido, antes de que la Navidad entrara de lleno, este viajero incansable. Será difícil volver a La Venatoria sin él.

Le apasionaban los misterios. Ayer nos regaló el último: junto a él reposa una corona de flores con un enigmático mensaje. Nadie sabe de quién.

Estará hoy hasta las 5 en el tanatorio de Eras de Renueva y luego será incinerado. No habrá más despedidas. Como él quería. León pierde a un hombre que ha amado profundamente esta tierra y un gran contador de historias. Y el Diario de León, un gran columnista, un buen compañero y un hombre querido.

La tierra le será leve. Muy leve. Va a navegar para siempre en el Cantábrico, el mar al que acudía cada septiembre. Que tengas buen viaje, Tomé querido.

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