Una mina antipersona le estalló el miércoles

En la entrevista que concedió hace dos años a Diario de León en su residencia leonesa, admitía que cada vez que se iba a Sinyar era consciente de que podría ser la última. «Lo primero que te dan cuando llegas son dos granadas y el arma», subrayaba como una manera de explicar que no se trataba simplemente de usarlas como autodefensa: «Nadie puede caer en manos del Daesh. Antes de que hagan propaganda con mi cuello, me vuelo por los aires y me llevo a dos o tres conmigo», contaba. Me escribió en Navidad para felicitarme la Nochebuena y anunciarme que se acercaba la batalla final. «Cuídate mucho», le dije. «Feliz Navidad», volvió a decirme como despedida. Después de más de tres años como cinductor de ambulancias — una profesión de riesgo— conduciendo ambulancias tiroteadas por el Isis, que cortaba las cabezas de los sanitarios para colocarlas en los rotativos de los coches

de emergencia», la mina antipersona le ha explotado cuando se encontraba plantando un árbol. «Atiendo a los heridos con una mano mientras con la otra responde a los disparos de los terroristas», decía en nuestra segunda conversación. Sin embargo, a lo que más temía no era a la muerte sino a las salas de hospitales llenas de niños heridos que nunca se quejaban. «Algunos de esos niños, a los que he salvado la vida, mañana tendrán una familia», decía con satisfacción