Diario de León

Ojos que todo lo ven a un paso de la capa terrestre

El sistema de soporte de vigilancia que permiten los globos reduce los costes del plan de control a niveles imposibles con los satélites

Imagen de León tomada desde un globo estratosférico en pruebas en la base aérea. ZERO2INFINITY / ARCHIVO

Imagen de León tomada desde un globo estratosférico en pruebas en la base aérea. ZERO2INFINITY / ARCHIVO

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Los balones estratosféricos que se han llevado al espacio con dispositivos de vigilancia para iniciar la era postsatélite en el plan de control superan los ochenta kilos de peso, y pueden establecer por encima del centenar. La solución que ofrecen en el plan de control remoto que posibilitan, en torno al reparto de información, de vigilancia de estructuras críticas, de vías de comunicación, de referencia de terceros países, incluso, no encuentra competencia en los planes tradicionales de vigilancia espacial y aérea; por la disposición y el anclaje del dispositivo y por el coste que supone poner,lo en servicio.

Hay que tener en cuenta que este trabajo culmina hasta cinco veces más cerca de la superficie terrestre que la distancia en la que orbitan los satélites; los más cercanos (entre 150 y 2.000 kilómetros de distancia a la tierra) frente a una traza distante de entre 20 y 60 kilómetros, según se ha ensayado con los globos estratosféricos.

Una de las compañías americanas que ha puesto ya en marcha un proceso parea realizar operaciones de destino comercial en este proceso ha globalizado el término stratollite para definir al dispositivo orbitado, porque no es necesario superar la capa de la estratosfera para que su empeño resulte efectivo.

La flexibilidad de la operación también acude en favor y beneficio del nuevo operativo; hay experimentos que han llegado a buen puerto a base de colocar el balón en un punto concreto durante un espacio de tiempo limitado, una o dos semanas, y posteriormente se ha buscado una nueva ubicación para evitar seguimientos de compañías rivales o terceros países. Esa flexibilidad de movimiento no acude en favor de los satélites orbitados.

Hay una posibilidad de dirigir este proceso tecnológico a mejorar la conexión a las nuevas tecnologías de espacios terrestres que hasta ahora están alejados de la fluidez de los enlaces de internet; incluso, a mejorar la eficiencia de la vigilancia con imágenes, el reparto de datos, la telefonía... Los satélites de órbita baja comienzan a adaptarse a un nuevo formulario, ajustado a la tecnología que permite un globo; a veces, hasta lo que alcanza el ojo humano. Otras, un poco más allá, hasta una veintena de kilómetros del suelo terrestre, pero con una eficiencia que duplica la respuesta y la versatilidad tecnológica que hasta ahora ofrecen los satélites; eficientes también por su capacidad para pasar desapercibidos, aun a un paso espacial. A un paso del suelo de León.

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