Profesionales españoles, a sueldo de jeques en Arabia Saudí

La afición a la cetrería raramente se convierte en un oficio y, menos aún, en un medio de vida, salvo para unos pocos privilegiados que pueden compaginar las tres cosas. Entre los participantes en las jornadas de cetrería del norte de España hay unos pocos, según el portavoz de los organizadores, Julio César Pérez Guerra, que pueden compaginar estas posibilidades. Es el caso, por ejemplo, de Roberto Martínez, uno de los participantes en las competiciones de estos días, que ejerce su profesión en los lejanos países de oriente de acuerdo con las más históricas y estrictas normas de un adiestrador medieval de alcones, aunque, eso sí acompañando su sabiduría tradicional con conocimientos de biología, veterinaria y, de paso, unos cuantos anillos colgados de las patas de sus particulares pájaros, cuya ubicación se controla a cada momento vía satélite, no sea que vayan a perderse y cuyo parecido con los cascabeles de los cetreros medievales es pura coincidencia tecnológica. Los cetreros buscan otras salidas profesionales para ellos y sus costosos animales -un buen ejemplar no tiene precio- incluso en León, donde algunos podrían trabajar para el aeropuerto, al igual que sucede en otras ciudades españolas con gran tráfico aéreo a fin de impedir que bandadas de pájaros pongan en peligro los motores de los aviones, o simplemente para protejer la cosecha de uvas de calidad, frutas, etcétera.