Diario de León

Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

Bien vengas mal; si vienes solo

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León

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NO es cosa de echar la culpa sobre las anchas espaldas del Gobierno, ni por supuesto hacer responsable de las desgracias al respectivo Ayuntamiento o a la no menos respectiva Diputación. Aquí sucede algo. Aquí nos han echado el mal de ojo y no levantamos cabeza. Cuando no se nos sugiere la información de que lo del Puerto Seco sigue siendo una graciosa manera de matar el tiempo y cuando intentamos, a fuerza de optimismo y de convencernos de que la botella está medio llena, que no vacía, «del color de las grandes pasiones y desgracias» que vino a decir Miguel Hernández con sobrada razón, nos informan que lo de la Escuela o lo que fuera para pilotos de combate en La Virgen del Camino de los Dominicos, ha dejado de ser una posibilidad para convertirse en una utopía, como la de que al Municipio le cuadren las cuentas. En la historia de los pueblos se producen baches, hoyos, simas, en las cuales el más avisado suele caer y desaparecer. De ahí que la medicina municipal de la prevención y el ahorro de energías económicas resulte insustituible para la supervivencia de los organismos y de los pueblos. España, nunca se sabe si por sus muchas culpas o por la alevosa acción del perjuro Simón, anda mal y como todo el mundo sabe, el que mal anda mal acaba. Y no basta para ahuyentar al enemigo con crear fundaciones políticas para asegurar el futuro del señor Boyer, el economista de Rumasa, ni con poner en libertad vigilada al que fuera director general de la Guardia Civil y desapareció del mapa de la Benemérita y de todos los mapas europeos sin dar cuenta de cerca de dos mil millones de pesetas bravas, que desaparecieron como desaparecieron aquellas niñas famosas de Hilarión Eslava. Después de permanecer en cura de reposo durante ocho años, el juez correspondiente ha dictado una orden para que le sea aplicado el grado equis para que salga a la calle y disfrute de sus dineros, tan mal ganados. Dineros que eran, que son del común, del vecino, del contribuyente, que es dicho sea en honor a la verdad, el que en resumidas cuentas paga el pato. Como tendrá que pagar la catástrofe del petrolero sin bandera precisa que se rompió por gala en dos, inundando de líquido contaminante a toda la Costa de la Muerte de Galicia la varona. No parece sino que o demo hubiera puesto sus ojos en esta terra da muerte para acabar de matarla. Los pescadores que ya se sintieron acosados por los moros y se quedaron sin caladeros son ahora objeto de la displicencia gibraltareña, sin que a nuestros gobernantes se les ocurra o se les permita otra acción contra las soberbias de los manitos que la de pagar y callar... No basta con señalar los perfiles del mal, sino que hay que ofrecer la medicación que conviene para corregir esta tendencia hacia el desatre que nos abruma. Pero es que tampoco nosotros, los humildes y errantes ciudadanos de a pie, nos es permitido otra cosa que la de lamentación. Nos importa demasiado León para que nos entreguemos a la deseperación, al desencanto o al pesimismo negativo. Y como los más conspicuos y esperanzados de nuestros administradores, estamos empeñados en salir de los atolladeros en los que nos encontramos y hacia los cuales nos han conducido las torpezas de los unos o las alegres virguerías de los otros. Hemos de intentar convencernos, los unos y los otros, de que España no da más de sí, de que a León le están buscando las vueltas desde los tiempos de Viriato y de que para salir a flote no basta con alardear de antecendentes históricos ni de voluntad férrea para el mantenimiento de identidades que, por lo regular, se limitan a meras funciones más pasadas de moda que el baile de la Tarasca. Los organismos se empeñan en convencernos de que la regeneración de España y de León debe ser empresa de todos porque como dicen de la Hacienda y de la Iglesia, Iglesia y Hacienda somos todos. Sí, pero a unos les toca obedecer y pagar, mientras que a otros le viene Dios a ver y le pone en libertad. Dicen que vigilada. ¿Vigilada al que fuera director de la Guardia Civil y que para localizarle hubo de contar con el servicio especial de vigilancia del padre Santo? Sólo nos cabe pedir que el mal venga solo.

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