Diario de León

Sombras y cenizas

La zona verde creada sobre el antiguo cementerio se bautizará como parque de Nuestros Antepasados, a petición del Ampa de Las Anejas

León

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A Barrabás, como penitencia, le impusieron convertirse en el difunto encargado de estrenarlo. Aquel escribano, cuyo apodo remitía a sus ideas anticlericales, inauguró en los albores del siglo XIX los enterramientos en el primer cementerio de León. Estuvo solo durante tiempo. Nadie quería enterrarse allí, junto a un ateo, como corría la leyenda que documentaba el cronista oficial de la ciudad, Máximo Cayón Waldaliso, quien relata que tuvo que interceder el obispo, Pedro Luis Blanco, para acabar con unas reticencias detrás de las que se escondía los prejuicios sobre aquel descampado «impío» que cerró la puerta a los enterramientos en el interior de las iglesias.

No queda testigo de aquello, más allá de la verja de hierro con flores de loto de la antigua Maternidad, actual residencia de ancianos Santa Luisa, con la que se cierra de manera poética el ciclo vital del solar. Ahora, sobre las cenizas de aquel camposanto, la asociación de madres y padres del colegio de Las Anejas acaba de lograr el beneplácito del Ayuntamiento de León para denominar a la zona verde adyacente, frente al cuartel de Almansa, como parque de los Antepasados, «a fin de homenajear y recordar a todos los leoneses y leonesas que descansaron en el antiguo cementerio de León ubicado en dicho parque».

Hubo miles de difuntos después de Barrabás en aquel camposanto que se levantó sobre el solar en el que estuvo «la Iglesia de San Esteban, un priorato medieval de San Isidoro, donde hacían vida eremítica unos meses al año, y que desapareció en el siglo XIX», como reseña el historiador Alejandro Valderas. El cristo de aquella iglesia descansa a día de hoy en una capillina de la colegiata, después de que el Cabildo isidoriano donara a la ciudad los terrenos, a los que se sumaron compras de fincas aledañas, para cumplir con la nueva normativa que obligaba a contar con un cementerio desde la cédula real dictada por Carlos III el 3 de abril de 1787. La orden se endureció a partir del 6 de junio de 1809, durante la ocupación francesa, cuando el general Loisson decretó que había de cumplirse de manera obligatoria con la medida sanitaria.

La imposición aportó hasta 1932 compañía a Barrabás en el camposanto de lo que entonces se conocía como los Altos de la Nevera. La clausura dio respuesta a las peticiones para «poner remedio por razones de salubridad e higiene, por las quejas de los vecinos del barrio que linda con el cementerio, por el crecimiento constante de este barrio, por las edificaciones que se están terminando de efectuar en las inmediaciones de la Escuela Normal y porque es probable que en breve den comienzo las obras de construcción del Cuartel de Infantería», como se refleja en el expediente del archivo municipal.

El Ayuntamiento de León abrió un nuevo cementerio en Puente Castro, en la parcela de 50.000 metros cuadrados, obtenidos por compras y expropiaciones forzosas, que dio origen al camposanto de referencia todavía a día de hoy. El estreno de las nuevas instalaciones repercutió en la suspensión de los enterramientos en el antiguo cementerio desde el 1 de febrero de 1932. La necrópolis se abandonó de manera paulatina con el traslado de restos y panteones hasta 1947, como consta en el registro del archivo municipal.

Parte de las lápidas que no se llevaron a la nueva necrópolis se reutilizaron. Aún hoy se pueden ver en el canto de aceras de San Esteban, como en la calle Maestro Uriarte, donde se aprecian nombres, leyendas y fechas, y otras en la antigua pavimentación de Plaza Mayor, en República Argentina e, incluso, en «las casas de sus dueños, como la que luce un vestíbulo de Platerías», según describe Valderas.

Las exhumaciones vaciaron los solares. La oportunidad entregó el suelo, que había sepultado los restos de los difuntos, para la construcción de la «Maternidad del Estado», como se apunta en el documento de cesión de 2.000 metros cuadrados fechado el 8 de enero de 1947. El Gobierno cedió las instalaciones el 24 de septiembre de 1965 a la Diputación Provincial de León. En un nuevo cambio de guion vital, las dependencias levantadas sobre la necrópolis se destinaron en los años 70 a residencia de ancianos, una vez que «el 15 de mayo de 1975 se inauguró el Hospital Princesa Sofía», titularidad de la administración provincial, y se llevaron allí «los servicios que se venía prestando tanto en La Maternidad como en el Hospital San Antonio Abad», como se cuenta en el documento aportado por los responsables del Archivo municipal.

En la continuación quedó una zona verde habilitada por el Ayuntamiento de León, sin nombre oficial, pero conocido como parque del Cuartel de Almansa. La deuda con la memoria, saldada gracias a las madres y padres de Las Anejas, lo rebautizará como de Nuestros Antepasados: un espacio en el que se unen ya sombras y cenizas.

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