Diario de León

El Rey en el Norte y la prima de Urdangarín

-La presencia de Felipe VI capitaliza la atención de los vecinos de León durante la conferencia internacional que prologa la presidencia de España en la UE -El monarca visitó el panteón de sus antepasados en San Isidoro y ensalzó la cecina leonesa durante el cóctel -El Rey se demoró más de cinco minutos en saludar uno a uno a la primera fila de vecinos que le aguardaba a la salida de la colegiata 

El Rey Felipe VI saluda a los leoneses. PEIO GARCÍA

El Rey Felipe VI saluda a los leoneses. PEIO GARCÍA

León

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La limpieza de la calle anunciaba un día especial. No todos los viernes viene el Rey , ni se pasan las fregadoras por las losetas del casco histórico. Pero las vetas de piedra, perdido el entreverado por la grasa de las tapas y el pulgón añejo, amanecieron tan pulidas como para que los vecinos se extrañaran lo suficiente y preguntaran qué sucedía . «Pues ya podía pasar por aquí cada 15 días», ironizaban los acostumbrados a que los zapatos, como si fueran jugadores de balonmano, se agarren al pavimento.

Aunque había dado pistas a los despistados ya el helicóptero que sobrevolaba el cielo estos dos últimos días, sin bajar a dar merienda de Tulipán, pese a que a los guajes de aquella generación que relacionaba el ruido con el anuncio, en la que el Rey todavía pasaba por el rubicundo tercer hijo del campechano, ya paseen nietos. Algo raro se presentaba cuando, a las puertas de julio, que abre la huida a los pueblos, los paisanos se enredaban en los controles policiales que han clausurado alcantarillas y tapas de registro, exhibido metralletas al pie de los hoteles que censan más de cuatro estrellas y apostado francotiradores en la espadaña de los tejados, junto a los gallos de la veleta.

Al final, con el foco de más de 130 medios de medio centenar de países acreditados, la única alerta pendió del grito de auxilio de los hosteleros del casco histórico, asediados por un operativo que amenazó con dejar sin subsistencias a los establecimientos, después de que se hubiera prohibido a los repartidores entrar calle Ancha arriba para abastecer a los locales a las puertas del fin de semana. Falsa alarma: las cámaras frigoríficas y los grifos de los cañeros han sido repuestas.

El Rey Felipe VI conversa con Juli Tejerina, prima de Iñaki Urdangarín. FERNANDO OTERO

El Rey Felipe VI conversa con Juli Tejerina, prima de Iñaki Urdangarín. FERNANDO OTERO

 

Salvadas las señas de identidad de la economía leonesa, el cerco se adornó con el pasillo formado por los pendones leoneses. Al heredero de Alfonso IX , 835 años después, le flanqueó la entrada en la basílica de San Isidoro el flamear al viento de 25 enseñas leonesas que esperaban desde antes de las ocho de la mañana apostadas en la plaza con más de un centenar de mozos y mozas listos para pinar la vara y tirar de los vientos. Engalanados a la leonesa —enaguas, falda y toquilla, ellas; camisa, chaleco y calcetín alto de lana, ellos— aguantaron a pie mientras las delegaciones internacionales: europeas, africanas y sudamericanas, se asombraban del desafío de sus estandartes izados, sus colores vivos y su presencia en mitad de una conferencia de paz.

No había guerra, como en la Reconquista a la que se remontan las enseñas de los concejos, luego consagrados a la protección de las iglesias para no perderse, como habían informado los responsables de la asociación para dar cuenta a la Casa del Rey en los correos de ida y vuelta cruzados desde que en marzo les invitaron a la cita. «Les trasladamos nuestra historia y hasta el significado de los colores: el carmesí por el Reino de León o el verde por el Islam», resumía el presidente del colectivo de pendoneros, Luis Bandera: nadie con más mérito, incluso en el apellido, para ondear el orgullo de este patrimonio.

Juli Tejerina, la prima de Iñaki Urdangarín,de blanco a la izquierda, junto al Rey Felipe VI. FERNANDO OTERO

Juli Tejerina, la prima de Iñaki Urdangarín,de blanco a la izquierda, junto al Rey Felipe VI. FERNANDO OTERO

Atentos al reclamo, los pendones se alzaron por error la primera vez. El coche oficial que subía por la cuesta de San Isidoro prologó la importancia, pero al final sólo se trataba del ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Descansaron los pendoneros, pero se exaltaron los espontáneos que empezaron a silbar el paso firme de Félix Bolaños: en el coro sobresalieron los irreductibles de Trobajo del Camino, con sus camisetas rotuladas caseras con el mensaje de «SOS, Adif entierra mi pueblo», y también los abonados al meme de fortuna de «que te vote Txapote», ahormado para Pedro Sánchez, quien había prefirió contraprogramar la apertura de la presidencia de España en la UE con una visita a Ucrania. «Si no quieren que no vengan, que no les obliga nadie», les recriminó una vecina, al pie de la fuente de Carlos III.

Las trece grilleras de la Policía Nacional apostadas en la plaza de San Isidoro, como si fuera a repetirse este fin de semana el festival del Mono Loco, aguardaban acontecimientos, pero no hizo falta. El ambiente lo calmó Felipe VI. El Rey se bajó del coche en el repecho de la cuesta y arrancó los aplausos que antes se contaban por pitos. « Viva el Rey, viva España y viva León », se escuchó, mientras el monarca, heredero de aquel rapaz que en 1188 llamó a los representantes de las ciudades a formar parte de la curia regia, junto a la nobleza y el clero, por primera vez en la historia, cubría el trecho que le separaba de la portada de San Isidoro, donde le esperaban los mandatarios para la foto de familia, con todos los nombres y banderas puestos en pegatinas en el suelo para que nadie ocupara un sitio que no le tocaba.

La imagen para la postal se veló con la entrada del rey al interior de la iglesia. Guiado por los presidentes del Congreso y el Senado, por el obispo y el abad de San Isidoro, Felipe VI llegó hasta el claustro en el que le esperaban las delegaciones, resguardadas del sol por un diseño de toldos, cruzados de lado a lado, que sobreimpresionaban la imagen del león rampante del Reino, sin la cuartelada de Castilla con la que la Junta tapó el cielo leonés en el acto de homenaje a las Cortes autonómicas en el año 2016. 

El Rey Felipe VI llega a la basílica de San IsidoRo acompañado por el resto de autoridades. FERNANDO OTERO

El Rey Felipe VI llega a la basílica de San IsidoRo acompañado por el resto de autoridades. FERNANDO OTERO

La cobija sirvió para que se capearan los discursos oficiales, en los que el Rey alabó su herencia y el profesor John Keane dio una lección de esa historia, con León como referente, que sirve para que el futuro aclare un presente democrático turbio.

El verbo del historiador prologó la visita al panteón de los Reyes en los que Felipe VI visitó las tumbas de sus antepasados, aunque los huesos que reposan en cada sarcófago dependan del tiento con el que se les barajó y recolocó después de que los franceses, en 1808, los sacaran para que abrevasen sus caballos. Acompañado por los presidentes del Congreso, el Senado, la Junta, las Cortes autonómicas, la delegada del Gobierno, el alcalde, el obispo, el abad de San Isidoro y la directora del museo, por si se perdía o preguntaba por la leyenda que vincula el cáliz de Doña Urraca con el santo grial, el monarca volvió a ensimismarse en los frescos de la Capilla Sixtina del románico.

El paso por la penumbra fresca del interior sacudió al monarca en la salida de nuevo al exterior, al «claustro del ciprés», para disfrutar de una «copa de vino y el almuerzo cóctel», como refería el programa oficial. De pie, en mesa alta, como se acostumbra en las citas informales pero elegantes, las autoridades atendieron al menú de productos leoneses, sin interferencias de Tierra de Sabor, conformado por tapas de arroz con botillo del Bierzo, quesos y embutidos de la provincia, ajoblanco de Santa Marina del Rey, salmorejo con tomate de Mansilla de las Mulas, trucha del Órbigo, puerros de Sahagún, morcilla de León y chocolate de Astorga. Pero, como ya hiciera en su día Ferrán Adriá, el monarca ensalzó sobre el resto de platos la exquisitez de la cecina de León cortada con mimo.

Fuera, a la puerta de la colegiata, en la plaza de Santo Martino, bajo la peana en la que vigila estatua de Alfonso IX, modelado en pose guerrera pese a la preeminencia de su perfil de rapaz que convocó las primeras Cortes democráticas de la historia, se agolpaba el pueblo para llenar el móvil de fotos: una costumbre que llegó hasta para que un guaje llamara al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, para que se acercara a un selfie. 

La llegada del Rey Felipe VI concitó gran atención durante toda la mañana. FERNANDO OTERO

La llegada del Rey Felipe VI concitó gran atención durante toda la mañana. FERNANDO OTERO

Poco antes de las dos de la tarde, Felipe VI salió y no defraudó. Antes de montar en el coche, entre la salva de vítores, se acercó a las vallas para recorrer dar la mano a quienes aguantaban a pie firme en primera fila, atusar la cabeza de los rapaces y derrochar sonrisas. «Mira qué guapo es. Se parece a mi sobrino», avisaba una paisana a su compañera, mientras veía llegar al monarca ante la atenta mirada de los escoltas. Justo al final, aguardaban, vestidas con el atuendo tradicional leonés y hasta madreñas, tres de las integrantes del grupo de pendones:  Maite Álvarez, Aurelia Bandera y Yolanda Tascón. La última, cuando ya le tenía al lado, le confesó al Rey que no sabía «qué decirle». «Con saludarme, vale», terció el monarca, quien, arropado todo el día por políticos y mandatarios, está acostumbrado a hablar con personas que no tienen nada que decir.  

Más acostumbrada, su vecina en la fila, Juli Tejerina, aprovechó la cercanía para deslizar una confidencia al oído del Felipe VI. El Rey engrandeció los ojos, sonrió y respondió con un «me alegro» y un «muchas gracias». «Le he dicho que soy la prima de Iñaki Urdangarín y Lucía», confesó, mientras, calle Abadía abajo, el Rey abandonaba el Norte.

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