Diario de León

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Alba y el medio ambiente Tratamiento y reciclado de basuras Contaminación en el barrio del Temple Los tres cerditos y las tres erres

6º de primaria

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León

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Querido diario: hoy, un día soleado, de esos que te dan ganas de salir a pasear, me he ido a dar una vuelta con mis amigas. Estuvimos haciendo un juego durante toda esta semana y hoy tocaba hacer recuento. El juego era el siguiente: a ver quién era capaz de reciclar más cosas durante todo este tiempo. Yo, cuando fuimos a tirar cada cosa a su contenedor, para que después la reciclasen, me di cuenta de que la gente usaba mucho más los contenedores verdes, sí, esos que supuestamente son para tirar de todo, que los individuales. Y a mí se me ocurre esta pregunta, después de esto, ¿por qué la gente usa más este basurero que todos los demás? Y creo que ya he encontrado la respuesta, porque hay más contenedores verdes que de cualquier otro color, te explico lo que quiero decir: el Ayuntamiento de cada lugar pone uno verde por calle, hay veces que más y otras que menos, a lo que voy... ¿cuántos pone amarillos, que son los de botellas y tienen una forma circular o azules, que son de papel-cartón? Ninguno. Bueno, pues yo todo esto se lo comenté a mis amigas y apartir de ahí, ellas también se dieron cuenta de esto y nos propusimos convencer al Ayuntamiento de que pusiese contenedores de botellas y de papel-cartón por todas las calles. Así fue, fuimos a nuestro Ayuntamiento, ya que a los demás no nos dejaban nuestros padres, y les comentamos el tema. El señor que nos atendió nos explicó que le salía muy caro poner contenedores por todos los lados. Yo, enfadada, le dije que igual de caro era poner los verdes y después cargar con la basura de todo el mundo, que poner uno de cada y poder volver a reutilizar las botellas, el papel, el cartón... Entonces, Gustavo, que así se llamaba, me dio la razón, y puso un contenedor de cada en cada calle y llamó a muchos otros ayuntamientos pidiéndoselo y dándoles las razones que yo le dí a él en su momento. Desde entonces, el mundo ha mejorado mucho, o por lo menos, un poquito. Había una vez una niña llamada Alba, que vivía en un pueblo muy bonito de montaña, cerca del cual pasaba un río. En este pueblo había una escuela pequeña y Alba estudiaba quinto de primaria en esa escuela. Tenía 10 años. Pero ese pueblo tenía un problema, que tenía una gran fábrica que contaminaba el aire y ensuciaba el río. Los peces iban desapareciendo, poco a poco, las cigüeñas abandonaron sus nidos, y ya no aparecían por el pueblo, los niños, cada vez, tenían más alergias. Para colmo, en el pueblo sólo había un contenedor de basuras y, a veces, el suelo estaba lleno de porquería. En la clase de conocimiento del medio estaban estudiando el tratamiento de las basuras. A Alba le llamó mucho la atención todo aquello y pensó que podrían, entre todos, hacer que la vida en su pueblo fuera un poco mejor. Habló con el alcalde y entre todos pensaron en cómo hacerlo. El alcalde sacó una ley a la que llamó la regla de las tres erres: reciclar, reutilizar y reducir. Encargaron contenedores de colorines, uno azul para tirar el papel, otro verde donde se echaban las botellas de vidrio, otro amarillo grande para los plásticos, así no los tirarían al río, ni por los campos. También dejaron los de siempre para los restos orgánicos y hasta colocaron unas cajitas amarillas donde depositaban las pilas usadas. Instalaron un ordenador que controlaba los humos de la fábrica. A la salida del pueblo construyeron una depuradora de aguas, donde se limpiaban las aguas contaminadas para que llegaran limpias al río y no mataran los peces con esas mismas aguas, ya sin contaminar, podrían regar los huertos que había a las afueras del pueblo. El alcalde puso un bando en la plaza del pueblo explicándoles a los vecinos todas las novedades, dándoles explicaciones sobre cómo debían actuar. Se multaría a quien no cumpliera rigurosamente las relgas, en principio a la gente le gustó la idea.En pocos días, la gente seleccionaba la basura, intentaba reducirla también reutilizando botes y botellas, incluso hicieron un pequeño taller donde reciclaban papel, que les salía igual que el que antes compraban. Algunas veces se ponían a pensar en cuántos árboles no se habrían talado gracias a este pequeño taller. Alba se hizo muy famosa y muchas veces cuando se cruzaba por la calle con sus vecinos les daban las gracias por la feliz idea que había tenido. El ruido también contamina nuestro medio ambiente. En el barrio del Temple nos encontramos con las dos caras de la moneda, el aire puro y el sosiego que proporciona el parque del Temple y la contaminación acústica que producen los pubs y los bares-musicales de la zona. Parece mentira que en tan corto espacio convivan estas dos realidades. El problema principal no es tanto la música o e ambiente dentro de los locales, como lo que suceda fuera de los establecimientos y a la hora en la que estamos la mayoría durmiendo. Al abrir y cerrar las puertas de los locales, muchas veces sale el ruido, a veces se oyen gritos y alborotos en la calle y hay destrozos. Por la mañana, vasos rotos, nuevas pintadas, botellas, bolsitas de golosinas... ¿Crees que desde el Ayuntamiento se hace algo por solucionar el problema de la contaminación acústica? Creo que sí. A esta zona la han declarado zona saturada, porque está prohibida la apertura de nuevos negocios de bares, se realiza mediante mediciones de ruido, para que no se exceda el límite de decibelios permitidos, se establecen multas al incumplimiento de horarios de cierre, los servicios de limpieza trabajan a primera hora de la mañana y la principal es que se intenta sacar estos lugares de diversión fuera de la ciudad. ¿Por qué crees que se producen esos escándalos nocturnos? La mayoría porque la diversión va unida al exceso de alcohol y otro tipo de sustancias. Todos somos responsables, los padres, el colegio, la sociedad y el no saber comportarse sobre todo por falta de educación. Deberíamos hablar más del problema del exceso de alcohol, del respeto a los demás y a las cosas que son de todos, potenciar la vida al aire libre, la afición al deporte, que no es compatible con una vida nocturna alocada. La solución está en la educación, no sé en dónde está la fórmula milagrosa. Éranse una vez los tres cerditos, pero no los del cuento tradicional, sino tres cerditos de nuestra época, preocupados por el medio ambiente. En realidad tampoco eran tres, sino que era seis, puesto que tenían tres hermanas llamadas las tres erres. Un día, los seis hermanos fueron a jugar al parque, al fútbol, cuando llegaron todos los demás niños se empezaron a reír porque los cerditos: Ramón, el grande, Sanzol, el mediano y Pixsi, el pequeño, iban con las tres erres. Los seis hermanos jugaron juntos en un equipo, cuando acabaron el partido fueron los seis al quiosco y se compraron una bolsa de patatas para cada uno. Cuando las terminaron todos se quedaron asombrados al ver que una de las erres se comió todas las bolsas vacías. Luego se las pasó a otra erre que las redujo al mínimo, y a su vez, la otra erre, con el escombro sobrante elaboró otras bolsas para guardar pan. Llegaron a su casa y los tres cerditos, que ya eran adolescentes, el comunicaron a su madre que querían independizarse e irse a vivir a sus propias casas, las tres hermanas hicieron lo mismo y se fueron a vivir las tres juntas, a una misma casa. Cada cerdito se puso a construir su casa, Ramón la hizo de paja y la recubrió con adobes. Sanzol la hizo de madera y pixsi construyó una hermosa casa de ladrillo y piedra rejuntada con cemento. Las casas quedaron preciosas, pero el lobo que se enteró, fue con toda la basura y la tiró delante de las puertas de cada casa. Los cerditos que no sabían de quién era tanta basura la cogieron y la tiraron al cubo de sus desperdicios. Después de un rato los llamaron sus hermanas desde su «medio casa medio industria» para decirles que les llevaran toda la basura que tuvieran en casa. Así lo hicieron, al día siguiente, el lobo hizo lo mismo, volvió a dejar su basura en la puerta de los cerditos y ellos hicieron lo mismo que habían hecho el día anterior. La llevaron a sus hermanas y éstas la reciclaban y hacían juguetes que luego repartían entre los niños. Lo primero que tenían que hacer era seleccionarla para ello separaban los vidrios, del papel y de los restos de comida, también ponían las pilas apartadas del resto. Para el vidrio tenían unas cajas verdes, para el papel, unas azules, para las pilas, unas cajas más pequeñas y así iban clasificando para hacer más fácil el trabajo posterior. Finalmente se enteraron de que quien les dejaba la basura en sus puertas era el lobo. Decidieron hablar con él y le dijeron que les gustaba lo que estaba haciendo con u basura, que eso era mejor que tirarla por el bosque o por los ríos, que siguiera llevándola a sus casas, ya que así estaba contribuyendo con una buena acción y estaba cuidando la naturaleza. Esto debió gustarle al lobo y se debió sentir bueno por una vez en su vida, ya que desde ese día les dejaba la basura cerca de sus casas, pero ordenada por colores. Daba gusto ver aquellas cajas verdes, azules y amarillas... El primer paso ya estaba dado, nosotros podemos y debemos hacer lo mismo con nuestra basura y así la Tierra estará más limpia.

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