Diario de León

| Reportaje | Desde el laboratorio |

Vigilancia radiológica desde la Universidad

Muestras de agua, aire y leche se analizan todos los meses para comprobar el nivel que existe en León, casi invariable desde hace diez años

Benito de Celis, Toyi del Canto y José María Lumbreras, en el laboratorio de Física Nuclear

Benito de Celis, Toyi del Canto y José María Lumbreras, en el laboratorio de Física Nuclear

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N. González - león
León

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Benito de Celis, Toyi del Canto y José María Lumbreras son los tres investigadores que trabajan en el Laboratorio de Física Nuclear de la Universidad de León. Creado hace diez años, todavía no han tenido ningún susto ya que todas las mediciones que han realizado nunca han superado los límites de la normalidad. Analizan la radioactividad de León y la de los alrededores de la central nuclear de Santa María de Garoña. «No hemos observado grandes cambios en diez años y esperamos que las variaciones se mantengan estables», asegura Benito de Celis. Toman muestras de aire, agua, alimentos y del suelo con mucha periodicidad. Con equipos detectores muy sensibles y totalmente blindados, miden los niveles de radioactividad cuyos resultados se trasladan a un ordenador donde, con programas específicos para ello, se observan los resultados. «Habitualmente se detectan picos, por ejemplo en el análisis de la leche, que proceden de la radioactividad que existe en la atmósfera procedente de lejanas explosiones», dice De Celis que añade que otra de las líneas de investigación que están desarrollando consiste en realizar aparatos de medición «mucho más sensibles y mucho más precisos y que midan a una mayor distancia». José María Lumbreras explica que en el caso de León se cogen cuatro muestra, algo que es mucho mayor en una zona cercana a una instalación nuclear. Los expertos en radiactividad no prevén accidentes como el de Chernobil, quizá porque en los tiempos actuales un error humano de estas características es mucho más difícil. Además de los tres investigadores, hay otras tres personas que también trabajan en el laboratorio que dispone de una financiación anual de 30.000 euros, una ayuda que llega desde el Consejo de Seguridad Nuclear.

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