El módulo de enfermería recoge a internos y sanitarios

La enfermería de la prisión penitenciaria de Mansilla de las Mulas supone uno de los edificios más importantes del extenso complejo. En ella trabajan decenas de personas que tienen como fin máximo cuidar de la salud de los presos. Médicos y enfermeros conviven diariamente con los internos. Los presos con enfermedades más graves tienen su celda en ese mismo módulo. La labor de estos sanitarios es fundamental. El 80% de los casos que han de tratar están relacionados con la drogadicción y los problemas psiquiátricos, aunque comentan que se han llegado a encontrar con todo tipo de enfermedades, lo único que lamentan es la falta de más especialistas para poder abarcar otros campos. La carpintería En el módulo de la enfermería está instalado el taller de carpintería para que los encarcelados puedan ocupar su tiempo con actividades constructivas. Allí los internos realizan todo tipo de creaciones con madera, como librerías, cajones y pequeños objetos de decoración que posteriormente regalan a sus familiares o a los voluntarios que los visitan. H.P.C., una de las personas que cumplen condena, tiene el virus del Sida desde hace varios años. Cada mañana, a partir de las 9.00 horas, llega al taller para llevar a cabo una de las actividades que más le entusiasman, la pintura. Esta sala es mucho más que un simple lugar de trabajo, en ella, los presos encuentran un punto de reunión, donde pueden charlar y compartir sus experiencias mientras dan rienda suelta a su pasión por el arte. Trabajos de apoyo Algunos de los internos tienen como misión ayudar a los sanitarios en tareas de cuidado a otros enfermos. C.A.L. lleva dos años en la enfermería. «Prestamos atención las 24 horas del día, me gusta estar aquí porque nos permite tener un trato más cercano con los funcionarios y me siento más libre, a veces logro olvidar dónde estoy». Gran parte de los presos coinciden en que la Pastoral Penitenciaria es un regalo para ellos, no entienden que personas que no les conocen de nada les visiten sin mayor interés que el de escuchar sus historias, hablarles de Dios o convencerles de que a pesar del sufrimiento que conlleva estar ahí su vida tiene un sentido.