Diario de León

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Historias de un bus escolar...

Para cientos de estudiantes de la provincia los autobuses escolares se convierten a menudo en un pequeño Gran Hermano donde surgen historias inhóspitas y un encuentro con la realidad

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Hace no tantos años, a pesar de lo que el frenético ritmo de la vida se empeña en hacerme creer, mi única preocupación consistía en levantarme lo suficientemente temprano como para no perder el autobús escolar que debía llevarme hasta seis nuevas horas dedicadas al conocimiento y la formación -”y a los «tostones» interminables del profesor de historia, los problemas sin solución del libro de matemáticas o las clases de inglés en español-”.

 Quiero detenerme hoy en aquella ruta interminable que, tras recorrer los caminos más insondables de la capital y su alfoz -”hasta Ribaseca acudía en busca de minúsculos pasajeros-”, nos conducía como ovejas al matadero. Nunca un autocar se convirtió en objeto tan odiado por las mañanas y tan deseado al mediodía, cuando con las mismas te sacaba de la prisión del saber destino a casa. 

Hotel ambulante

El recorrido arrancaba a las 7.45 horas. Si tenías la fortuna de vivir próximo al colegio apenas habitabas en él unos minutos, para el resto de los mortales se convertía en hotel ambulante, el último sueño de la noche, la última gran cabezada. 

 En época de exámenes sus asientos se transformaban en inmensos escritorios donde cabían a la vez libros, cuadernos, apuntes y el pelma de tu compañero tiroteándote a preguntas que o no sabías o pasabas de contestar. Cómo no era una gran fábrica de chuletas exprés para aquellos amantes de tan ancestral arte.

Códigos internos

 Nido de personalidades, el bus escolar cuenta con sus propios códigos, reglas internas que nadie debe obviar so pena de castigo corporal. La profesora que cree controlar el cotarro se sitúa en primera fila y pegándose por estar a su lado se acumulan los inquietos intelectuales, más conocidos como «los pelotas» por el resto de la plebe. Las plazas del medio son de libre alquiler, cualquiera puede alojarse allí y pasar desapercibido. Pero si hay una zona de acceso restringido, esa es la trasera. Tan sólo los más mayores podrán dominarla y serán ellos los que decidan quién puede entrar, desde allí gobiernan todo el espacio.

Corralito fugaz

 Retratado en numerosas películas y series de televisión como Forrest Gump o los Simpsons, el autobús escolar refleja la educación de los estudiantes mejor que cualquier clase o examen, una especie de Gran Hermano donde surgen historias inhóspitas, encuentros diarios con la realidad, conspiraciones y un corralito fugaz en el que los jóvenes sacan a relucir sus vivencias diarias. Un microcosmos que nace y muere cada mañana.

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