Diario de León
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León

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Carta te escribo martín martínez

Querido hermano: Ahí va la órdiga; ahora somos tierra de sabor ; cosa que se han inventado a orillas del Pisuerga, cuando han de saber que la tierra tiene un sabor amargo, aunque sea su dueño el viento que así lo pregonó nuestro presidente urbi et orbi para que ingleses, alemanes y franceses especialmente se percataran de la filosofía reinante aquende los Pirineos.

La tierra, querido hermano, está claro es del viento; pues ni siquiera se cumple aquello que tanto se pregonó en otros tiempos del siglo pasado: «la tierra para quien la trabaja». El viento la trabaja, la mima, la besa, la acaricia, la pule y le da formas maravillosas.

Dale un vistazo. No como el agua que si bien la nutre, la verdea, le da lozanía, también la resquebraja, la arrastra, la zarandea, y la deja hecha unos zorros cuando se pone turriona.

Nuestra tierra, esta tierra leonesa, la de las parameras, las riberas, los valles, las montañas; esta tierra nuestra también es amarga, hermano, aunque vengan los de la Sugar Foods ésa a decir lo contrario. Porque aunque se llegue a molturar el millón de toneladas en breve, años llevan nuestros agricultores con sabor más que amargo del azúcar que ellos producen. Y a pesar de ese amargor, parece que es lo único que les ofrece alguna perspectiva de futuro; siempre que en Bruselas no digan lo contrario.

Y ese sabor amargo que tiene nuestra tierra está envenenando a los pocos leoneses, valientes ellos, que han decidido -”contra el viento de Zapatero y la marea de las aguas-” quedarse en el campo; porque esos prados, esos ferreñales, esos huertos, aquellos centenales y estos trigales que ahora cobijan maíz transgénico serán del viento, pero también han sido de sus abuelos y de los abuelos de sus abuelos; y ahora son de ellos.

Y como son de ellos, los quieren y aunque cada dos por tres tengan que andar mendigando en las administraciones, aguantan. Pues entre unas y otras los tienen más corridos que putas por rastrojos, en los que ya no ajea la perdiz ni le da al cáscale la codorniz. Y se van a la ciudad y regalan sus patatas; o sueltan ríos de leche cuando los ahogan con los precios

¡Sí que es la leche, hermano! Ya has visto la polvareda que han levantado desde Valladolid. Pues la leche leonesa, y mira que es buena, solamente sirve para hacer queso, ¡¡¡queso castellano!!!, que parece será marca a imponer por los junteros ; marca que ha de cobijar a los que salgan desde el remoto y bello valle del Valdeón hasta las Arribes salmantinas; desde las rastrojeras de pan llevar de Zamora a la Laguna Negra de Soria y tierras de Ágreda. O sea, cuantos quesos se cinchen y elaboren en esas nueve provincias, que forman este totum revolutum autonómico de Villalar, ha de ser queso castellano.

Y ello será, hermano, si no hay una rebelión en forma, que puede haberla; o posiblemente no, por nuestro carácter pastueño y modorro.

Así que para cuando ellos, los de Valladolid, decidan, los quesines que desde Riaño a Villablino se agazapan en los valles de nuestra montaña, todos llevarán el marchamo castellano.

Y, en lo sucesivo ¿que pasará con la Cecina de León? ¿con el paté de cecina que Barros ha inventado en Astorga? ¿y con el chocolate astorgano de José Arévalo, con cecina? ¿Serán cecina, paté y chocolate castellanos? Nos la dan con queso, hermano.

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