Diario de León

MATADEÓN DE LOS OTEROS

No hallan en el solar de su antigua casa los restos de las dos desaparecidas hace 30 años

La Policía Nacional no cierra el caso y busca el testimonio del marido, que vive retirado en una aldea portuguesa.

Miembros de la UME analizan el terreno en el que buscaron a la mujer desaparecida con su bebé hace 30 años

Miembros de la UME analizan el terreno en el que buscaron a la mujer desaparecida con su bebé hace 30 años

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León

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álvaro caballero | matadeón

Esta muerte de 30 años de desaparición, por ahora no tiene muertos. María Trinidad Suardíaz Suero y su bebé no estaban en el solar de su antigua casa. Ni en la bodega que se escondía bajo una trampilla en la habitación aneja a lo que fue la antigua barbería del pueblo, ni en el callejón del gallinero que daba a la puerta de atrás, ni el pasillo, ni en el espacio donde prendía la lumbre del hogar. No apareció ni un hueso, al margen de pequeños fragmentos de animal, en los 50 metros cuadrados de terreno que quedan de testimonio de su vida en Matadeón de los Oteros, donde su recuerdo es tan tenue que aciertan a apuntar que se llamaba Teresa. Nada en lo que basar el presunto crimen después de 11 horas de trabajo, desde las 08.00 hasta las 19.00 horas, en las que más de una treintena de efectivos de la Unidad Militar de Emergencias, dirigidos por la Policía Nacional de Gijón, vaciaron la finca hasta sacar más de cinco camiones de tierra. Cinco bañeras cribadas palmo a palmo que se escurrieron entre los dedos de los investigadores. Después de que la titular del juzgado de instrucción número 4 de Gijón reabriera el caso, que partía de una denuncia cursada por el hermano en 2002, en el último sitio en el que les quedaba por buscar, tampoco estaban. «Todo nuestro gozo, en un pozo», admitían ya mediada la tarde, mientras el ejército terminaba de allanar la parcela y recogían todo el equipamiento puesto a disposición.

El terreno se rastrilló a mano. RAMIRO

Pese a la falta de resultados en las excavaciones, los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violencia (Udev) de Gijón se resisten a cerrar el caso, aunque admiten que la pista leonesa se pierde en el vacío del solar de la antigua casa de Matadeón de los Oteros. Los pasos les conducen ahora a la aldea de Portugal en la que vive el marido, Antonio María da Silva, a quien ya han controlado en un intento fallido de trasladarse a Brasil. Un interrogatorio, pospuesto por el momento hasta esclarecer si aparecían los restos en la localidad leonesa, con el que esperan aclarar los ‘antecedentes complicados de la pareja’, como definieron ayer desde el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Asturias para justificar la reapertura del caso. Los investigadores considerar muy improbable que pudiera desaparecer por sí misma, ni completar un cambio de identidad, dado que desde la familia confirman que María Trinidad tenía «un pequeño retraso» que también había heredado la pequeña, quien además padecía sordera. No hay rastro ninguno de ellas en ningún registro de administraciones, ni tampoco de que lograran irse al extranjero. Por si fuera poca complejidad, aunque se pudiera probar el crimen y se encontrara al autor, tendría difícil encaje para no haber prescrito.

La casa de las retenciones

El eufemismo de los antecedentes complicados lo ilustran en Matadeón de los Oteros. El matrimonio, que se casó el día de Reyes de 1985, con 18 años de diferencia de edad a favor del marido, aterrizó «por el pueblo de repente un día, sin que tuvieran familia ni nada en la zona». «Se acercó un hombre y preguntó si sabíamos de alguien que vendiera una casa. Yo, precisamente, la de mi mujer y sus hermanos, le respondí. Bajamos, la vio, le pareció bien y nos dio lo que le pedimos», recuerda Fernando Santamarta. No tuvo mucho más trato hasta «un año después, más o menos, cuando la mujer apareció en casa toda asustada». «Me pidió que la bajara al cuartel de la Guardia Civil, que entonces estaba en Matallana de Valmadrigal, porque tenía miedo de que la matara. Allí la dejé en la puerta. Luego supe que él la había pillado en la estación del tren de León y la había vuelto a traer para aquí», relata.

Todos los recuerdos de María Trinidad en Matadeón de los Oteros están vinculados a sucesos. El más llamativo fue el que ocurrió en 1986, cuando la mujer logró tirar una nota a casa de la vecina en la que alertaba de que su marido la retenía contra su voluntad. Una fórmula de auxilio para escapar —que ya había empleado en Berbes, cerca de Ribadesella, donde había vivido antes el matrimonio— que obligó a intervenir a la Guardia Civil y terminó con una denuncia abierta por los agentes. No fue, sin embargo, la última vez. «Luego, aprendió a saltar para la casa de la vecina», recuerdan en la localidad, situada apenas a media hora de la capital leonesa. Pese a la reincidencia, nunca se resolvió. En el momento del juicio, cuando ya se habían esfumado del pueblo, ni la mujer ni su marido se presentaron a declarar. Años después, en 1997, el Ayuntamiento derribó la casa por su estado de abandono, sin poder contactar con el propietario.

Por entonces, ya no sabían nada de María Trinidad en su familia, natural de la localidad asturiana de Priesca, junto a Villaviciosa. Ni una noticia siquiera, como admite su primo, Senén Sáinz. «Va para más de 30 años», concede, con la vista puesta en el momento en el que dejaron el pueblo. Pese a todo este tiempo, como reseñan desde el TSJ de Asturias, la primera denuncia de desaparición no la cursó el hermano hasta el año 2002, casi 16 años más tarde de que se hubieran trasladado a León, donde nunca les visitaron porque ni siquiera sabían con certeza cuál era el pueblo en el que habían parado. Ahora, su padre y su madre ya están muertos, al igual que un hermano que falleció en un accidente de tráfico, mientras que el que queda acaba de sufrir un atropello y «está acogido de beneficencia», concede su familiar.

No mucho más trato tenían con los vecinos de Matadeón de los Oteros. «Yo a ella la vi una vez, asomada a la ventana», cita Manuel Álvarez, quien sí que insiste en que «le tenía miedo». «No tenían apenas sociedad, no se rozaban con nadie. Él sólo salía por las noches», recalca, mientras en el coro de los vecinos que acompaña toda la mañana de excavaciones se reseña que el marido tenía excentricidades como «subirse al tejado a sentarse». «Y hacía los envueltos del hormigón en el maletero del coche Simca 1000 que tenia, donde traía la zahorra y echaba la mezcla», abunda, poco después de que la retroexcavadora de la UME levante por los aires una plancha de hormigón sacada de la zona de la bodega. «Nunca le vi hacer obra por fuera», dejan caer...

Pero ni María Trinidad Suardíaz Suero, quien este noviembre cumpliría 54 años, ni su bebé estaban ahí. Siguen desaparecidas. 30 años después de que no las puedan dar por muertas.

La UME montó una gran operación en el pueblo. RAMIRO

La búsqueda de las dos desaparecidas provocó una gran expectación en el pueblo. RAMIRO

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